AL VUELO: Pink Floyd - Relics
Relics: El Álbum que Respira con Luz Negra
Hay discos que no nacen para ser protagonistas, sino relicarios. Guardan piezas sueltas, joyas extraviadas, ecos que no encontraron hogar en los grandes relatos. Relics de Pink Floyd es exactamente eso: un cofre sonoro que preserva lo que fue y anuncia lo que vendrá. Entre juegos psicodélicos y atmósferas embrujadas, esta colección destila el perfume de dos eras: la alucinada era de Syd Barrett y la búsqueda etérea que vino tras su eclipse. No es un álbum, es un mapa del alma floydiana cuando aún buscaba su forma definitiva... y en ese proceso, nos regaló belleza pura, sin anestesia ni destino claro.
Parte I: El Eco Psicodélico de una Era Perdida (1967-1968)
En el claroscuro de los años sesenta, cuando el pop aún palpitaba con la inocencia de la revolución juvenil y la psicodelia era un idioma nuevo aprendido a través del ácido y los sueños, Pink Floyd surgía como una criatura singular: poética, lúdica, profundamente inquietante.
Relics, lanzado en 1971, no es simplemente una recopilación; es un fósil viviente, un álbum que guarda en su interior los sedimentos de una transformación: la del paso de la era Barrett a la era post-Barrett. Es un catálogo de lo que fue, y también de lo que pudo ser. Una suerte de mapa arqueológico del inconsciente psicodélico de la banda. La primera parte del compilado nos sumerge en la era Syd Barrett: un viaje de colores líquidos, de composiciones juguetonas que coquetean con el absurdo y la ternura. Barrett, el arquitecto original del sonido Floyd, dotó a la banda de una estética única, donde la canción se disolvía como azúcar en agua de LSD. Temas como "Arnold Layne", "See Emily Play" y "Bike" son verdaderos cuentos de hadas lisérgicos, con estructuras libres, poesía nonsense y una vitalidad tan inocente como trágica. Pero en el fondo de esta celebración, late también la sombra: Barrett, desgastado por sus propios demonios y su fragilidad mental, abandonaría la banda en 1968. Su legado, sin embargo, permanece incrustado en cada compás de este primer bloque del Relics.
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cartel publicitario de la época. |
Parte II: Las Arquitecturas del Espacio (1968-1970)
Con la partida de Syd, el resto de la banda —Roger Waters, Richard Wright, Nick Mason y el recién llegado David Gilmour— se enfrentó al vértigo del vacío creativo. Pero donde otros se habrían detenido, Floyd se expandió hacia lo desconocido.
La segunda mitad de Relics documenta este tránsito, este período de búsqueda y expansión sonora, que ya anticipa los engranajes del progresivo. Canciones como "Careful with That Axe, Eugene", "Julia Dream", "Cirrus Minor" y "The Nile Song" muestran a una banda en plena experimentación: atmósferas densas, bajos hipnóticos, susurros espectrales, órganos envolventes y guitarras que parecen emitir luz propia. Aquí la acidez no es solo química, es arquitectónica: construye espacios sonoros que el oyente habita. Es un sonido que ya no se dedica solo a contar cuentos, sino a sumergirte en una travesía sensorial. Como gema única del compilado, aparece "Biding My Time", una pieza solo escuchada en conciertos del ’69, con un groove que va del jazz al blues en un pestañeo. Es la rareza oculta que le da alma a este relicario.
Epílogo: El Compilado que Respira
Relics no es solo una recopilación: es un testamento. Aquí se registra la transición de un grupo que empieza jugando con pompas de jabón y termina construyendo catedrales sónicas. Es una pieza clave para comprender la metamorfosis floydiana. Y aunque el tiempo haya cubierto muchas de estas canciones con el polvo del olvido, en Relics laten con fuerza renovada. Un disco para los fieles de la secta del sonido rosa, para los arqueólogos del alma lisérgica.
- El arte de esta portada pertenece a la edición Norteamericana perteneciente al sello HARVEST.
Saludos polilla
ResponderBorrarGracias por las buenas vibras....Pronto regresamos que esta semana estado algo full por el trabajo, pero ya me dare un tiempo libre para reseñar el album que esta en agenda...Saludos y buenas vibras.
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