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Supertramp - Same

 


Supertramp's debut LP is interesting and enjoyable piece of music, done in a typical early "progressive" rock sound. Dominated by keyboards and guitars, the whole album features mainly Hodgson's lead vocals and is obvious product of his romanticist, melancholic songwriting. Highlights are "It's a Long Road", with wonderful organ and guitars sounding like Caravan or later Camel, "Maybe I am a Beggar" and "Nothing to Show". "Try Again" is a meandering, long-winding jazzy piece that often sounds lost. "Surely" miniatures open and end this unjustly neglected package. Although not very essential for prog in any way, "Supertramp" is extremely worthy album that should be recommended. All the composing and production flaws aside, "It's a Long Road" alone can justify a purchase.

El primer susurro de Rick Davies

La luz es tenue, casi líquida, y el escenario parece suspendido en un sueño. Un Wurlitzer reposa en silencio, como una criatura mística que espera ser despertada. De pronto, un acorde vibra en la penumbra: grave, melancólico, como un conjuro que abre un portal hacia otro tiempo. Allí está Rick Davies, medio oculto entre las sombras, el humo flotando a su alrededor como si el aire mismo se detuviera a escuchar. Sus manos, firmes y pacientes, acarician las teclas como quien toca el pulso de un planeta lejano. Su voz surge rasposa, terrenal, cargada de una melancolía antigua que parece arrastrar consigo algo de blues, algo de jazz, algo de confesión íntima. Cada nota es una llave que abre una nueva habitación del disco, cada pausa un silencio lleno de significado. Es el año 1970, el mundo aún vibra con el eco de la psicodelia, pero algo distinto está naciendo: un rock más reflexivo, más denso, con los pies en la tierra y la mirada fija en el horizonte.

Así empieza el primer capítulo de Supertramp. No es un debut que grite su grandeza, es un álbum que susurra, que se desliza bajo la piel del oyente y lo invita a quedarse, a sentarse en ese cuarto de penumbras y dejar que las canciones respiren. Lo que aquí suena no es un simple experimento progresivo: es el mapa inicial de una banda que aprendería a construir himnos, pero que primero quiso explorar el terreno de la introspección, con paciencia y extraña elegancia.

Hoy, con la voz de Rick apagada en el mundo pero más viva que nunca en la memoria, volvemos a ese cuarto de penumbras. Abrimos otra vez el portal que él dejó entreabierto hace más de medio siglo y escuchamos, atentos, como si fuera la primera vez. Este no es solo un disco: es un reencuentro, una despedida y un recordatorio de que algunos acordes pueden seguir iluminando la oscuridad mucho tiempo después de haber sido tocados.

Contexto histórico: La penumbra donde nació Supertramp

En 1970, Supertramp no era todavía la máquina de hits que sonaría en cada radio una década más tarde. Era una apuesta arriesgada, financiada por un mecenas millonario, Sam Charters, que decidió jugarse por un proyecto que parecía salido de un anuncio de clasificados en Melody Maker. Rick Davies y Roger Hodgson eran dos músicos jóvenes que apenas se conocían, acompañados por Richard Palmer en guitarra y Robert Millar en batería.

La banda se instaló en una granja en el sur de Inglaterra, viviendo y ensayando juntos, buscando una identidad sonora mientras el mundo aún estaba embriagado de psicodelia. Lo que salió de esas sesiones fue un álbum que no se parecía a nada que sonara en la radio: piezas largas, pasajes instrumentales casi meditativos y una melancolía que se colaba en cada compás. Temas como "It's a Long Road" y "Try Again" son pequeñas suites de múltiples secciones, más cercanas a la escuela progresiva de King Crimson o Procol Harum que al pop-rock que Supertramp adoptaría en los setenta tardíos.

El disco fue un fracaso comercial en su momento. Apenas vendió unas miles de copias, y la crítica lo recibió con frialdad, pero en retrospectiva es un documento fascinante: el esbozo de una banda en construcción, el sonido de una búsqueda sincera. Cada nota está cargada de un deseo de ir más allá de la fórmula, de explorar las posibilidades del rock como espacio de reflexión.

Escucharlo hoy es entrar a un laboratorio sonoro donde las ideas se despliegan sin miedo. El joven Rick Davies ya mostraba esa mezcla de precisión y alma que lo haría único: sus acordes de Wurlitzer no solo sostenían las canciones, las conducían como un faro en medio de la niebla.

1970: La primera encarnación de Supertramp. Cuatro músicos en busca de una voz.

Impresiones Personales: Supertramp bajo la luz tenue

Supertramp fue, en sus primeros pasos, una banda con alma progresiva, quizá lo que hoy llamaríamos un crossover prog: músicos jóvenes que miraban hacia el rock sinfónico pero que todavía no terminaban de definirse. Su debut epónimo es una de esas obras “proto-progresivas” que merecen más atención de la que suelen recibir, porque en sus surcos se escucha a una banda buscando su voz, probando rutas, dejando semillas de lo que sería su identidad.

Este primer trabajo de estudio está impregnado de influencias claras: las armonías recuerdan por momentos a los Beatles, hay una elegancia cercana a Procol Harum y hasta ecos vocales de Simon & Garfunkel. El resultado es un disco de texturas delicadas, canciones largas y un tono más contemplativo que radiable. No es un álbum que busque el golpe inmediato; es un viaje que invita a sentarse y escucharlo de principio a fin. En su momento fue un fracaso comercial, lo que golpeó fuerte a la joven banda. Richard Palmer abandonaría el proyecto en los meses siguientes, mientras que Robert Millar atravesaría una crisis nerviosa que lo alejó de la música. Pero ahí, en medio de la incertidumbre, Rick Davies ya comenzaba a tallar el sonido que lo haría inconfundible: ese Wurlitzer cargado de alma que parece hablar por sí mismo, sosteniendo las canciones con sobriedad y melancolía.

La portada, atrevida para su época, ya mostraba la intención de hacer algo diferente. Las canciones, aun con cierto aire beatlesco y más accesible, conservan pequeños destellos de experimentación que convierten al álbum en un documento interesante para quien quiera descubrir los cimientos de Supertramp. No es un disco “básico” en el sentido de obligatorio, pero sí uno que ayuda a entender el punto de partida de la banda. Escucharlo hoy, tras la partida de Rick, es un acto de arqueología musical y a la vez un gesto de cariño: un regreso a esa granja inglesa donde cuatro músicos imaginaban su futuro. Es un álbum que no grita su genialidad, pero susurra con delicadeza y regala momentos de belleza sincera. Un buen lugar para sentarse y ver —y escuchar— a Supertramp aprender a ser Supertramp.

Mini-datos:

  • Nació gracias a un anuncio en Melody Maker: Rick Davies puso un aviso en la revista Melody Maker buscando músicos para formar una banda de rock. Entre los que respondieron estuvo Roger Hodgson. Así empezó la sociedad creativa que sería el corazón de Supertramp durante la década siguiente.

  • Un mecenas millonario lo financió: El álbum fue posible gracias al apoyo de Sam Charters, un empresario holandés que actuó como benefactor. Invirtió su propio dinero para que la banda pudiera vivir, ensayar y grabar sin presiones comerciales. Fue literalmente un experimento patrocinado.

  • Grabado en los Morgan Studios: El disco fue registrado en los legendarios Morgan Studios de Londres, por donde pasaron Yes, Black Sabbath y Jethro Tull. El sonido limpio y expansivo del álbum se debe en gran parte a esa sala, que se convirtió en un templo para el rock progresivo.

  • Canciones largas, casi suites: Piezas como "It's a Long Road" y "Try Again" superan los 10 minutos, algo inusual para un debut de una banda tan joven. Estas canciones muestran la ambición progresiva de Supertramp en su etapa inicial, antes de encontrar el equilibrio con el pop sofisticado que los haría famosos.

01. Surely
02. It's A Long Road
03. Aubade
04. And I am not Like other birds of Prey
05. Words Unspoken
06. Maybe I'm A Beggar
07. Home Again
08. Nothing To Show
09. Shadow Song
10. Try Again
11. Surely

CODIGO: @




Anexo:

Supertramp - Crime of the Century  

Crime of the Century (1974) es la prueba de que aquellos primeros experimentos no fueron en vano. Si el debut era un cuarto de ensayo lleno de humo y dudas, este álbum es el momento en que Supertramp prende las luces del escenario y se revela al mundo con un sonido más pulido, dramático y ambicioso. Aquí nace el Supertramp clásico: los arreglos se vuelven cinematográficos, el Wurlitzer de Rick Davies se convierte en columna vertebral y la sociedad creativa con Roger Hodgson alcanza su primer punto de ebullición. Escuchar ambos discos en secuencia es ver, en tiempo real, cómo una banda pasa de ser promesa a convertirse en leyenda.

Comentarios

  1. Ellos evolucionaron musicalmente hablando y su música fue comprendida tiempo despues

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    1. TOTAL. Muchas gracias por pasar por aquí y seguir con nosotros, pronto mas rarezas, mas reseñas, mas vibra.

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