Clásicos de Oro: The Soft Machine - Third
An album so evocative and expansive, u feel like u could pack yr bags and move in. in steering away from the pure psychedelia of their first two records, soft machine zeroed in on a truly unique and remarkable sound. third is a work defined by subtlety - subtly psychedelic w/ it’s touches of acidic atmosphere, subtly experimental w/ it’s cut-and-paste tape music philosophy, and subtly progressive w/ it’s glacial, near-krautian structure. there’s so much restraint to this music, and i think that’s what gives it so much mystique. perhaps it’s a masterpiece that needs a bit of time in one’s headspace to truly click, as suggested by it’s polarizing reception. regardless, this feels extremely innovative and novel for both prog and jazz, even with decades in front of it
A mammoth work of endless complexity and beauty. Third sees Soft Machine break totally free of all restraints and make a form of music so out there one could hardly even call it "new" or "innovative" since nothing since has even tried to match this. Third is doubtless a record that will ring until the end of time, a masterpiece that elevated the jazz-fusion format of progressive rock to a cosmic language not spoken before or since.
Third: Belleza, locura y sobriedad en cuatro caras infinitas
Hay discos que no se limitan a sonar: alteran la arquitectura interna del oyente, como si movieran muebles en la penumbra de tu cabeza. Third es uno de ellos. No llega con pasos suaves ni reverencias; irrumpe como una máquina que respira y palpita, desplegando un paisaje donde el jazz se retuerce con la psicodelia hasta volverse irreconocible.
Las melodías, aquí, no obedecen a la lógica común: se estiran como sombras, se fragmentan en pulsos hipnóticos, se esconden tras vórtices de delay y saxo que parecen dictados en una lengua extinta. Los teclados ronronean como motores húmedos, las percusiones golpean como si buscaran abrir una grieta en el aire, y cada cambio es una puerta hacia un pasillo que no estaba ahí un segundo antes. Escucharlo es internarse en un laberinto que nunca termina de repetirse igual: un lugar donde la disonancia se transforma en belleza alienígena y el caos, en una especie de orden cifrado. Third no es un álbum para visitas rápidas: es un territorio al que uno entra sabiendo que puede no encontrar la salida… y que tal vez eso sea lo mejor que pueda pasar.
Contexto histórico: La grieta sonora donde nació el nuevo Soft Machine
A finales de los años 60, Soft Machine había dejado de ser la criatura psicodélica juguetona que emergió junto a la primera ola del Canterbury Sound. El grupo, nacido en la frontera entre el rock ácido y el jazz de laboratorio, ya había pasado por un proceso de mutación continua. Robert Wyatt seguía como batería y voz, pero el centro creativo se había desplazado hacia la experimentación instrumental, empujada por Mike Ratledge (órgano y teclados eléctricos) y el recién llegado Hugh Hopper (bajo), cuyo lenguaje musical se empapaba de jazz, improvisación y pulsos repetitivos.
El año 1969 marcó un punto de quiebre: Soft Machine fue telonero de The Jimi Hendrix Experience en una extensa gira por Estados Unidos, un contacto que no solo amplió su audiencia, sino que les permitió afilar su maquinaria sonora. Tras esa experiencia, la banda dejó atrás casi por completo el formato de canción para sumergirse en suites largas, estructuras abiertas y un diálogo permanente entre la libertad del free jazz y la disciplina de la composición.
En 1970, la alineación se solidificó como trío: Wyatt, Ratledge y Hopper, aunque con la adición clave de invitados de alto calibre, como el saxofonista Elton Dean, que aportó un carácter más abrasivo y jazzístico. Las sesiones de Third fueron un laboratorio de ideas donde cada cara del vinilo fue ocupada por una única pieza, expandida y moldeada como un organismo vivo. La producción reflejó una clara intención de no sonar como nada de la escena rock de la época, sino como algo híbrido, incómodo de etiquetar: demasiado eléctrico para el jazz ortodoxo, demasiado cerebral para el rock convencional.
El contexto social también jugó su parte: 1970 fue un año de transición cultural, con el optimismo hippie desvaneciéndose y una búsqueda artística más introspectiva y radical. En ese ambiente, Third apareció como un disco que no buscaba complacer, sino desafiar, situándose en la intersección de dos mundos que rara vez se cruzaban con tanto éxito: la improvisación libre y la arquitectura del álbum conceptual.
Arte interno en donde apreciamos a la banda en un momento de relax...
Impresión personal: Jazz de guerrilla y paisajes infinitos
Third es el punto exacto donde Soft Machine abre una nueva grieta sonora. La psicodelia que en el ’68 y ’69 bañaba sus composiciones comienza a disiparse como humo en un amanecer extraño, dejando paso a un horizonte más amplio, donde el jazz —libre, eléctrico, indómito— se convierte en brújula. El disco late con una tensión magnética: el vértigo del free jazz y los últimos destellos ácidos se observan como dos bestias en la penumbra, midiendo fuerzas antes de entrelazarse en combate. En sus surcos, las composiciones se despliegan como carreteras infinitas: suites que mutan con cada compás, diálogos entre órgano, bajo y viento que parecen improvisar y, sin embargo, avanzan con la precisión de un bisturí. Entre estas exploraciones, sobreviven los latidos psicodélicos, como islas de color en un mar más sobrio y cerebral. Third no es solo transición: es ceremonia y ruptura. Es el puente que une el sonido arcaico de Soft Machine con su “nueva” performance: piezas largas, instrumentación clásica fusionada con electricidad pura, y un relato musical que desafía cualquier etiqueta. Es belleza y locura, pero también sobriedad calculada; un álbum que no solo se escucha, sino que se recorre como una ciudad extraña: seductora, impredecible y llena de pasajes secretos.
Conclusión final
Escuchar Third hoy es como asomarse a un espejo que no devuelve tu reflejo, sino una ciudad sonora que sigue creciendo desde 1970. Sus calles son de improvisación, sus plazas de psicodelia y sus edificios de jazz eléctrico. Y allí, en algún rincón oculto, Soft Machine sigue tocando, como si el tiempo fuera solo otra nota más en la partitura.
Mini-datos:
- El disco de las cuatro caras infinitas: Un doble LP en el que cada cara estaba ocupada por una sola composición. En 1970, esto era casi un acto de rebeldía contra el formato comercial. Soft Machine no quería singles: quería construir catedrales sonoras.
- Wyatt, la voz que casi no fue: Aunque Robert Wyatt seguía en la banda, su rol como vocalista quedó reducido al mínimo. Él mismo confesó que en Third “mi voz empezó a sentirse como un intruso en el nuevo sonido”.
- Jazz de guerrilla en Abbey Road: Grabado en Abbey Road, sí… pero sin lujos. Las sesiones eran rápidas, intensas y con tomas largas casi sin edición. El resultado conserva esa electricidad cruda de “primera toma buena”.
- Inspiración directa de Miles Davis: En esta etapa, Soft Machine compartió escenario con Miles Davis. Hopper dijo que fue “como ver a un arquitecto derribar las paredes de un edificio y seguir tocando dentro de él”. Una visión que influyó directamente en Third.
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