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La Cofradía de La Flor Solar - Same


_'quiero ser una luciérnaga... con luz propia'.
Lo agradable de esto es que no hay quizás ningún otro documento musical que represente mejor a la psicodelia argentina de los 70 que este disco. Pero a la vez tampoco queda estancado en el rótulo. la cofradía es quizás una de las mejores bandas de rock que haya dado a luz sudamérica, aún cuando no encontremos demasiado material.

Finalmente, en 1971, la Cofradía logra editar su álbum, ya en el sello Microfón. La historia fue que Billy Bond —por entonces productor de Talent, el sello de rock de Microfón- tenía treinta horas que le habían sobrado de otras producciones y quería grabar un disco con una banda nueva. Un día nos escuchó en vivo y vio que sonábamos realmente bien, así que nos convocó y fuimos. ¡Y grabamos el disco derecho viejo! Creo que gastamos apenas veintitrés o veinticuatro horas, incluyendo la mezcla. Y así quedó este álbum de La Cofradía con el trío básico. Isa Portugheis toca percusión en algt lado y Skay Beilinson metió alguna guitarra por ahí, pero fuera de eso todo lo demás lo hicimos Kubero, Manija y yo. La libertad y la variedad estilística que se percibe en el álbum tiene que ver con nuestros antecedentes musicales en Los Grillos, porque nosotros, en Entre Ríos, tocábamos viernes, sábados y domingos, todo el tiempo y todos los géneros, por eso teníamos una formación muy completa en lo que hace a música popular. Tocábamos en los clubes, en bailes, varias horas por noche. Por eso, para cuando fundamos La Cofradía de la Flor Solar ya teníamos mucho oficio. Por otra parte cuando grabamos este álbum debut ya empezaban a llegar algunos discos de rock psicodélico y algunas hierbas interesntes que propiciaban que la mente se abriera y viera otras cosas... Otra de las particularidades de La Cofradía era que la mayoría de los instrumentos los hacíamos nosotros. El negro Pascua era luthier, de modo que hizo su propia guitarra y un bajo, por ejemplo. Y Skay, que había venido de Europa, nos prestó algunos buenos equipos que había comprado allá. También contribuyó con equipos Fonum, la empresa de sonido de La Plata. donde nosotros trabajamos armando baffles. Ea cuanto al arte del álbum, el dibujo de tapa es de Kubero y cuando lo abrías te encontrabas con un grabado del Mono Cohen basado en un cuadro de Brueghel, donde se ven dos clases de personas sentadas a la mesa. De un lado están los flacos del otro los gordos. Los flacos están comiendo un pancito, nada más, mientras que los gordos se están devorando un banquete, rodeados de perros y de gatos tan gordos como ellos. Y si mirás bien, en el lado de los flacos estamos representados todos nosotros, los de la Cofradía -que éramos bien pobres- tratando de hacer que una figura con la cara de Billy Bond -que era gordo- entre en la casa de los flacos. La idea era que él nos iba a traer prosperidad..."
Morcy Requena - Bajista y Vocalista de La Cofradía (2009)

La Cofradía de la Flor Solar: Un delirio pastoral en clave de culto

En 1971, el rock argentino vivía una etapa de efervescencia creativa, pero aún con los cimientos vibrando bajo una estructura en formación. Fue entonces cuando emergió un álbum singular, de estética lisérgica y espíritu libre: La Cofradía de la Flor Solar, disco homónimo del colectivo artístico-musical surgido en La Plata a finales de 1967.

Nacida entre los pasillos de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de La Plata, La Cofradía fue mucho más que una banda: fue una comuna creativa, un manifiesto vivo de contracultura. Su primer y único álbum de estudio oficial, editado por el sello Music Hall, se convirtió con el tiempo en una de las obras más icónicas —y esquivas— del rock argentino primitivo. Musicalmente, el disco despliega una atmósfera ecléctica, una mezcla entre lo acústico y lo psicodélico, con un tono introspectivo que roza lo pastoral pero siempre apunta hacia lo visionario. Composiciones como “Quiero ser una luciérnaga” y “En la siesta” no solo reflejan la sensibilidad de una época marcada por la búsqueda de lo trascendental, sino que evidencian una estructura que anticipa ciertos elementos del progresivo por venir. Con un lenguaje sonoro que abraza la experimentación y una puesta conceptual profundamente arraigada en las ideas de libertad artística y resistencia cultural, La Cofradía de la Flor Solar no es solo un disco de culto: es, para muchos, un punto de partida. Un manifiesto sonoro que ayudó a definir la identidad del rock argentino en sus formas más oníricas y desafiantes.

Lisergia entre campanas y grillos

Impresiones Personales: El disco que quiso incendiar el aire

Mis impresiones con esta obra son buenas, sí… pero no me voy a subir al tren del éxtasis sin boleto. La Cofradía de la Flor Solar propone un viaje fresco, vital, empapado en lisergia y reminiscencias británicas —uno puede oír ecos de Led Zeppelin, Cream o The Yardbirds en el aire, como si se colaran por alguna hendija platense—, pero siento que, en su propuesta psicodélica, a veces le falta ese empujón visceral, esa llama encendida que convierta el trance en incendio.

Sin embargo, hay cosas que valoro profundamente: su performance, por momentos verdaderamente sentida, y esa postura heavy que se insinúa en algunas curvas del disco como un músculo que aún no se ha tensado del todo. La obra es una caja de Pandora que se abre con sutileza, ofreciendo visiones del pasado argentino que son tan coloridas como melancólicas. Pero, en mi caso, no termina por clavar la garra. Sus ecos ácidos me saturan en ciertos pasajes, y no logro llegar a ese clímax denso y envolvente que otros discos sí han sabido invocar. Que esto no desaliente a nadie: el disco tiene secretos, y bien vale la pena dejarse tentar por su espíritu. Aquí hay brochazos de jazz, blues, psicodelia y folk que conviven en un territorio sonoro adelantado a su tiempo. Su ejecución es buena, incluso óptima, aunque no alcanza a pisar el terreno de titanes como Pescado Rabioso, Vox Dei o Pappo’s Blues. Es más, cuando se dice por ahí que La Cofradía es “una de las mejores bandas de rock que haya dado a luz Sudamérica”, yo respondo con respeto, pero también con cautela: estuvo cerca... muy cerca, pero le faltó esa dosis final de energía, ese fuego último para volverse imperecedera.

¿Es un clásico de oro? Para mí, no lo es. Rozó el fulgor, pero no entró al panteón. Si hablamos de los pesos pesados del canon argentino, mi brújula apunta hacia obras como Pescado 2, La Biblia, Confesiones de Invierno o Sudamérica o El Regreso de la Aurora. No obstante, lo de La Cofradía de la Flor Solar es otro cantar: es un álbum de culto puro, uno de esos que se susurran entre melómanos como una contraseña. Legendario, sí. Ineludible, también. Hasta más vernos.

Mini-datos:
  • Entre algunos de los miembros que conformaban dicha comunidad figuraban entre otros el más tarde periodista de rock y ecologista Miguel Grinberg, los guitarristas Quique Gornatti y Kubero Díaz (posteriormente miembros de Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll), el artista gráfico Rocambole Cohen y el guitarrista Skay Beilinson, estos dos últimos, futuros integrantes de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
  • En 1969 La Cofradía debutan en un conocido teatro de Buenos Aires («Teatro Del Globo»), y editan el sencillo "Sombra fugaz por la ciudad"/"La mufa", que marcó el debut discográfico oficial de la banda, bajo el sello VIK, una rama de la multinacional RCA.
  • El primer concierto en público de la banda fue el 21 de septiembre de 1968. La grabación del primer disco no fue sencilla, por aquel entonces el escritor y periodista Miguel Grinberg comenzó a presentar las cintas por todas las compañías discográficas, pero a ninguna le interesaba editar ese tipo de música, que catalogaban de avanzada con ideas fantásticas y atemporales.

01.Quiero ser una luciérnaga
02.Fiesta de amor en el cielo
03.Todo mi mal
04.Paz de panza
05.Se ama o no se ama
06.En la siesta
07.Nos encontraremos en alguna parte
08.Rock alrededor del país

CODIGO: T-5

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