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Vivo, Crudo & Salvaje: Carlos Santana & Buddy Miles - Live!


A really improvisative material! One of the best from Santana and one of the best of all-times. But all of the musicians played wonderfully on this concert, which was recorded at the Sunshine '72 Festival, Honolulu, Hawaii. Beside Carlos, the other guitar player: Neil Schon played fantastic too, like the keyboard players Bob Hogins and Mingo Lewis. The bass player: Ron Johnson from Buddy's band played one of the grooviest bass line in the "Free Form Funkafide Filth" I've ever heard. And this track (the whole B-side) is an extra chapter. This is the top of the improvisative music, where we could listen not only Santana's genious, but we could know that everybody in the band are the best of their instruments. the A-side starts with another fantastic instrumental number, "Marbles" which evolved to "Lava". Next is one of the best version of Santana's "Evil Ways", evolved to "Faith Interlude and to Buddy's anthem "Them Changes". If you like Santana, Buddy or just simply like improvisative rock music at the highest level, this album will be your favourite.

Chamanes Eléctricos: Santana, Miles y el Caos Divino

El lado uno calienta los motores.
Y el lado dos viene con mugre sabrosa.

PARTE I: Cuando el Sol Estalló Sobre Hawái

La conjunción astral del mestizaje eléctrico

Corría el último día de 1971, pero nadie estaba listo para que terminara. Mientras el mundo brindaba con champán y se abrazaba entre fuegos artificiales, en el corazón del Pacífico —más precisamente en el Diamond Head Crater de Honolulú— un ritual sonoro estaba a punto de reventar los cielos.

Ese 31 de diciembre y 1 de enero, el cráter volcánico fue tomado por asalto por almas hambrientas de ritmo y desobediencia. En vez de cenar pavo o cantar villancicos, casi 30 mil personas se entregaron a una maratón de música caliente como lava. Lo que nació como un festival espontáneo, terminó convirtiéndose en un vórtice sonoro de proporciones mitológicas. ¿El motivo? Un cartel donde el nombre Santana brillaba como un sol azteca, pero que guardaba una sorpresa: esa noche, Carlos no estaría solo. Carlos Santana, aún despegando del trance místico de Caravanserai, había entrado en una etapa de exploración total. En su mente —y bajo la influencia de la lectura obsesiva de Sri Chinmoy y las enseñanzas del jazz espiritual—, el rock latino comenzaba a ceder terreno a la improvisación, la electricidad y la experimentación del alma. Fue entonces cuando decidió invitar a uno de los bateristas más feroces del soul y del funk: Buddy Miles, conocido por su paso por The Electric Flag y por ser el martillo rítmico en la Band of Gypsys junto a Jimi Hendrix.

Cuenta la leyenda —y un par de técnicos de sonido que sobrevivieron al estallido— que el ensayo previo fue tan encendido, que varios equipos explotaron literalmente. También se dice que Santana, al ver cómo Buddy golpeaba los parches con el peso de un terremoto, soltó entre risas: “Este tipo no toca la batería, la domestica a gritos”. Ese dúo, como un cóndor con alas de fuego, fue el núcleo de una jam band improvisada, un combo multicultural que incluía metales, percusiones afrocaribeñas, teclistas al borde del colapso y un bajo que parecía canalizar rayos cósmicos. ¿Jazz? ¿Funk? ¿Rock ácido? ¿Ritual de sanación? Fue todo eso y más.

El resultado: un concierto de Año Nuevo que no sonó a despedida, sino a nacimiento. El nacimiento de una criatura extraña, fusionada y salvaje. Y por suerte para los mortales, ¡quedó grabado!

PARTE II: El Cráter y los Espíritus del Ritmo

Improvisación, delirio y la chispa que encendió los setenta

En plena madrugada del 1 de enero de 1972, mientras algunos apenas gateaban entre resacas, Santana & Buddy Miles Live! estaba ardiendo en tiempo real sobre la boca de un volcán dormido. Una metáfora perfecta: todo parecía calmo, pero por dentro hervía un magma de sonidos.

El show fue un despliegue de jam sessions de alta intensidad, donde las canciones se estiraban como chicle psicodélico, se transformaban y mutaban en pleno vuelo. La apertura con “Marbles” fue un viaje de siete minutos donde las guitarras se enredaban con metales como serpientes en celo. “Them Changes” —el hit de Buddy Miles— se convirtió en un canto colectivo que hizo temblar las palmeras. Y el momento más delirante llegó con la versión de “Evil Ways”, en una mezcla de rock latino, funk, jazz y locura tribal, que dejó a más de uno con la boca abierta y los pies flotando a tres centímetros del suelo. ¿Sabías que no hubo un guion fijo para ese concierto? Nada fue ensayado al milímetro. Cada músico llegó sabiendo que debía dejar el ego en la entrada del cráter. Lo que ocurrió allí fue una ceremonia de libertad: un caos ordenado por la energía.

Otro dato curioso: el público estaba tan conectado con la música, que al final del show algunos asistentes se quedaron en silencio absoluto, mirando al cielo estrellado, sin aplaudir. Uno de los organizadores, en una entrevista años después, lo describió así: “Fue como si todos hubieran visto una aparición, como si la música hubiera tocado algo que no se podía explicar con palabras”. El álbum, lanzado en junio de 1972, capturó ese instante fugaz: la unión entre el groove pantanoso de Buddy Miles y la espiritualidad ardiente de Carlos Santana. No fue un disco planeado para la fama, sino para la catarsis. Un documento ritual de una noche que desafió las reglas del tiempo.

Y así, querido lector del Hombre Polilla, si alguna vez sientes que el alma te pide una sacudida, una descarga que no distingue géneros ni fronteras, dale play a este disco. Porque en esa grabación no solo suena música: suenan espíritus, truenos, y el eco eterno de un volcán que, por una noche, volvió a rugir.

Impresiones Personales: Una descarga sin tregua, sin pausa y sin arrepentimiento

Santana se muestra salvaje, endemoniado, IMPERIAL y virtuoso. Lo suyo es un ataque frontal, una llamarada directa a los sentidos, pero también una danza: logra conectarse con la banda con una naturalidad asombrosa (¡hay que darles mucho crédito, realmente hacen un trabajo impecable de apoyo y contención!).

Buddy Miles, por su parte, es el contrapeso perfecto: el lado más serio, más refinado... pero ojo, también se lanza al abismo con audacia. Es intrépido, sólido, y sabe cómo empujar el ritmo hacia territorios cadenciosos, casi ceremoniales. Juntos, como criaturas míticas recién salidas del cráter, producen una amalgama de furia y pasión desbordante. El jazz latino se funde con el funk, el blues se trenza con el soul, y todo eso se yergue sobre una estructura de progresiones salvajes que desembocan en bestialidades sonoras como Marbles y Lava —dos jam brutales, con aromas chicanos y vuelos místicos, que hacen del Live! una experiencia realmente exquisita. Pero ¡OJO! La verdadera esencia de este encuentro, la chispa vital que lo convierte en algo irrepetible, se encuentra en el extenso y descomunal Free Form Funkafide Filth. Ahí está el corazón del rito: una experiencia ATRONADORA, de esas que te dejan sin habla y con el alma girando sobre sí misma.

¡CARAJO!, clásicos como Evil Ways y Them Changes nunca sonaron tan malditos y tan frescos. Han sido reinventados, poseídos por una energía única. No, JAMÁS volverán a sonar así. Este fue un momento sellado por los dioses de la fusión y del riesgo. Aquí presenciamos a un Santana en plena etapa “ácida” y volátil, experimentando con libertad, soltando amarras, buscando algo más allá del solo de guitarra perfecto. Solo queda decirlo sin vueltas: un trabajo impecable y de culto. Obra más que recomendada para todo aquel que se atreva a cruzar el umbral. Y así, querido lector del Hombre Polilla, si alguna vez sientes que el alma te pide una sacudida, una descarga que no distingue géneros ni fronteras, dale play a este disco. Porque en esa grabación no solo suena música: suenan espíritus, truenos, y el eco eterno de un volcán que, por una noche, volvió a rugir.

Mini-datos:

  • Santana estaba en plena etapa de exploración espiritual y musical, influenciado por su encuentro con Sri Chinmoy y por el jazz cósmico de Miles Davis. El resultado: un sonido más libre, espiritual y ácido.

  • El escenario fue el 'Diamond Head Crater', un cráter volcánico en Hawái. Sí, literalmente tocaron dentro de un volcán apagado. ¿Qué más se puede pedir para una sesión mítica?

  • El extenso y caótico Free Form Funkafide Filth no estaba planeado. Fue una improvisación libre donde Santana, Miles y los músicos se dejaron llevar durante más de 24 minutos sin red de seguridad. Y no, no hubo overdubs.

01.Marbles
02.Lava
03.Evil Ways
04.Faith Interlude
05.Them Changes
06.Free Form Funkafide Filth

CODIGO: @



Anexo:

Sapo - Same

Un solo disco, y ¡zas!, desaparecieron como humo de pachuli tras una descarga. Pero ese único disparo fue suficiente para dejar una marca de groove en el pavimento del funk latino. La producción es suelta, sabrosa, sin pretensiones: puro sabor barrio con jam de garaje. Casi todos los temas se sienten como si estuvieras colado en un ensayo íntimo, pero con músicos que la rompen.



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