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Clásicos de Oro: Pink Fairies - Never Neverland


An appealing rural-rock take on the Deviants, with a bit of spacey Hawkwind thrown in for good measure. "Do It" is spectacular, and promises an album of amphetamine-fueled righteous indignation, but the rest falls somewhat short of that laudable goal. Still, "the dream is just beginning, and we're winning."

Awesome... Heavy punk-psych? psychedelic proto-punk? proto-punk sounding heavy psych? Anyway, this is very close to mid-late 70's punk rock but far more psychedelic sounding, is actually a bit like Hawkwind minus the spacey stylings.

Yeah,do do do do do do do do do do do it
Do it do it do it do it do it do it do it do it
You all just do it...

Never Neverland: Patadas, Distorsión y Magia Prohibida

En algún punto difuso entre el final de la utopía hippie y la gestación del punk, una pandilla de renegados al margen del establishment musical británico decidió prenderle fuego a las normas del rock. Corría el año 1971 y los Pink Fairies, nacidos de las entrañas psicodélicas de los Deviants y alimentados por ácido, velocidad y contracultura, soltaron al mundo su debut Never Neverland, un disco que no pedía permiso ni perdón.

Este álbum no solo colocó a los Pink Fairies en el mapa: los lanzó directo al panteón del culto, donde aún se mantienen como esos profetas desaliñados del desmadre lúcido. Con una energía que anticipaba la rabia del punk y una actitud que destilaba libertad en estado puro, Never Neverland fue un manifiesto sónico disfrazado de jam lisérgico. "Do It", quizás su tema más emblemático, es hoy considerada una pieza fundacional del proto-punk: simple, directa, urgente. Pero el álbum no se reduce a un solo grito de guerra. “Teenage Rebel”lleva la bandera del descontento juvenil con el desenfado de quienes sabían que el futuro no iba a ser pacífico, y “War Girl” desciende por senderos más psicodélicos, con ecos de space rock que recuerdan a Hawkwind, sus hermanos galácticos de parranda.

El sonido de Never Neverland es un cóctel de hard rock ácido, reverberaciones progresivas, atmósferas sueltas y guitarras que suenan como si estuvieran saliendo de un amplificador recién escapado de un garaje. El disco respira eclecticismo, pero no por confusión sino por decisión: los Pink Fairies sabían qué estaban haciendo. Tomaban fragmentos de lo que flotaba en el aire —psicodelia, rock de garaje, algo de jazz suelto y actitud callejera— y lo transformaban en un artefacto de combate. La lírica del álbum es otro de sus ejes vitales. Hay revolución, sí, pero no panfletaria; hay humor, pero ácido; hay caos, pero coreografiado. Los Pink Fairies no cantaban himnos, vomitaban visiones. Y lo hacían con una entrega tan honesta que, medio siglo después, su disco aún suena como una patada a la puerta de la indiferencia. Never Neverland es, sin duda, su mayor aporte al legado del rock underground británico, y también una cápsula del tiempo de lo que pudo haber sido el final de los 60 si se hubiese manejado con menos flores y más dinamita. Hoy, escucharlo no es solo un acto melómano. Es abrir una grieta al futuro, al descontrol, a la música que nunca quiso encajar. Es entender cómo un disco puede oler a futuro, transpirar rebeldía y orinar carácter. Y en ese delirio eléctrico y libertario, los Pink Fairies lograron lo imposible: cruzar la frontera entre la lisergia del pasado y la furia del porvenir.

Impresiones personales: Una Máquina del Tiempo Pintada con Spray

Hubo un tiempo —no tan lejano y, sin embargo, tan desdibujado como un riff entre nubes ácidas— en que Never Neverland pasó de largo por mi vida. Lo escuché sin escucharlo, como si mi antena no estuviera sintonizada aún con su frecuencia exacta. O tal vez —y esto me gusta pensarlo más— el disco se quedó en silencio, esperando el momento propicio para hablarme. Porque hay álbumes que no gritan: susurran desde el fondo del tiempo, y uno tiene que estar listo para entenderlos.

Cuando finalmente lo hice, cuando me detuve de verdad, Never Neverland brilló como un astro redescubierto. Ya no era un vestigio del pasado: era una llama viva, una visión de futuro, una pieza magnética que aún chispea en la oscuridad de lo establecido. Era como abrir un viejo baúl y encontrar dentro una máquina del tiempo pintada con spray y tatuada con estrellas. La pista que más me sacudió fue Uncle Harry’s Last Freak-Out, ese delirio instrumental que parece haber sido canalizado desde otra dimensión. No es una canción: es una puerta. Una descarga. Una especie de exorcismo sónico. Y ahí entendí algo esencial: los Pink Fairies no estaban haciendo rock, estaban liberando bestias, soltando rayos, dibujando portales con distorsión y espíritu rebelde.

Volví al disco una y otra vez. Lo puse de fondo, lo puse de frente, lo puse en los oídos y lo puse en el alma. Y aunque reconozco que tiene sus altibajos —momentos en que la energía parece titubear o girar en falso—, hay algo en esa imperfección que lo vuelve más humano, más de verdad. Es un disco con alma, y eso, en tiempos de fórmulas prefabricadas, vale su peso en lisergia. Hoy Never Neverland es de esos álbumes que no sólo respeto: lo celebro. Porque me recuerda que todo lo que se deja atrás puede ser reencontrado. Que la música también nos espera. Y que hay discos que tienen ese algo raro, ese algo especial, que no se explica ni se analiza: se siente. Y si a eso le sumamos que aquí están los Pink Fairies originales, los verdaderos, todos juntos por única vez... bueno, eso ya lo convierte en un artefacto de culto, una cápsula indomable, un testamento de los márgenes. Gracias por esperarme, Never Neverland. No te volveré a guardar en el umbral del olvido. Hasta más vernos.

Mini-datos:
  • Pink Fairies fue una de esas bandas que marcaron grandes rasgos para lo que iba ser considerado en el futuro como "Punk", en Gran Bretaña (construyeron el escenario para todo tipo de tendencias dentro de lo que podríamos considerar "freak rock", influenciando desde punk rockers hasta heavy metaleros).

  • Se imprimieron 200 copias en vinilo rosa el mismo año que fue lanzo el LP original. Las impresiones iniciales acreditan correctamente a la banda como compositores de todas las canciones. Sin embargo, John Alder llegó a un acuerdo con un editor diferente que resultó en que se le otorgaran créditos de composición y regalías por error por en “las pistas” "Heavenly Man", "War Girl", "Thor" y "The Dream is Just Beginning.

  • Tomó un año completo después de su formación (y tocar en vivo en toda Gran Bretaña para que The Pink Fairies finalmente lanzara su primer álbum.

01. Do It
02. Heavenly Man
03. Say You Love Me
04. War Girl
05. Never Never Land
06. Track One, Side Two
07. Thor
08. Teenage Rebel

CODIGO: F-27



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