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Black Cat Bones - Barbed Wire Sandwich


Though not as bizarre as the band name, album title or cover image would have you believe, this is still a unique hybrid with some nice guitar soloing and *two*(!) Nina Simone covers. Could have used a better singer but this is still pretty cool.
The pentatonic scale gets a good flogging for some tasty British blooze.

Disco esencial para los amantes de lo auténtico y directo. ¡Grande Polilla!
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El Buffet del Desorden: ¡Sirvan Whisky y Distorsión!

1969 el Swinging London se despide de su década dorada, dejando atrás la fiebre del mod, las minifaldas y el LSD que caía como confeti. La escena musical, sin embargo, está lejos de apagarse. En los clubes subterráneos, en pubs oscuros y estudios rentados por horas, una nueva oleada de bandas emergía con guitarras afiladas y corazones empapados en blues eléctrico.

El rock británico vivía una transformación intensa: Led Zeppelin había lanzado su primer álbum y redefinía el blues con un martillo de riffs pesados. Cream ya se había disuelto, pero su eco retumbaba en cada power trio que se atrevía a mezclar virtuosismo con distorsión. Por otra parte, el British Blues Boom se debatía entre la gloria y la saturación, con decenas de bandas buscando una identidad en medio de un mar de pentatónicas y wah-wahs. En ese panorama áspero, Black Cat Bones —banda con nombre de hechizo y alma de pantano— lanza su único álbum: Barbed Wire Sandwich. Un trabajo que, a pesar de su limitado alcance comercial, capturó el espíritu de ese final de década con crudeza y honestidad. Era un disco que no venía a complacer, sino a escupir su groove y desaparecer entre la niebla de Camden.

En su alineación figuraban nombres que luego serían parte de proyectos clave, como Paul Kossoff y Simon Kirke, quienes habían pasado brevemente por sus filas antes de fundar Free. Para cuando se grabó este disco, ya no estaban, pero el alma del grupo mantenía esa esencia raw & dirty que marcaba la transición entre el blues británico tradicional y la inminente explosión del hard rock y el proto-metal. Grabado para Decca/Decca Nova, un subsello que intentaba capitalizar la psicodelia tardía con álbumes de culto, Barbed Wire Sandwich fue una de esas joyas que pasaron casi desapercibidas en su tiempo pero que décadas después se convirtieron en objeto de culto. Su sonido no fue revolucionario, pero sí visceral: un coctel crudo de blues pesado, rock ácido y actitud garajera.

El disco se lanzó justo en el momento en que la década cambiaba de piel: el festival de Woodstock había encendido la última chispa del idealismo hippie, mientras el Altamont estaba a punto de enterrar esa era con violencia. Y en ese intersticio, Black Cat Bones entregaba un álbum que, sin saberlo, sería testimonio de una transición: del swing al riff, del idealismo al desenfreno, del blues al heavy.

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¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando ves esa portada? Pues dos palabras: “CACHONDEO LISÉRGICO”. No hay más que decir. Con semejante imagen y un título tan rocambolesco, uno queda prendido ante tamaña obra —al menos, esa fue mi primera reacción al descubrirla en su momento. Ahora, con más años curtidos en la piel y más vinilos en la maleta, he vuelto a escuchar este álbum y puedo decir que la magia de su performance no se ha perdido. El mensaje sigue siendo el mismo: pasarla bien, hacer lo que nos gusta y soltar todo lo que tengamos en el alma. La energía que desborda Barbed Wire Sandwich sigue siendo efectiva, incluso contagiosa. Tenemos una obra prendida, dinámica y con mucho swing, una fusión entre Rock & Roll fangoso, texturas de blues y retazos psicodélicos. A veces suena como si Cream se hubiera metido en un pantano con los pies descalzos, otras veces como una noche larga en un club donde el humo se mezcla con riffs ondulantes. Esta joya de 1969 presenta tres puntos fuertes: 1) Carisma, 2) Dinámica y 3) Fuerza. Con eso, el álbum resurge con una frescura que —obvio— es una forma de decir, pero no por ello menos cierta. Con una respetable línea de músicos, alcanzan un clímax profundo: riffs ácidos, pasajes bluseros, y una vitalidad que desborda los parlantes. La dinámica entre ellos es lo que más prende, lo que hace que esto se convierta en algo muy llevadero. Una verdadera gozada.

Lo más llamativo es cómo, a pesar de su portada freak, el disco no se lanza de cabeza al despelote total. Uno pensaría que todo va hacia la improvisación salvaje o la acidez a lo Captain Beefheart, pero no. Black Cat Bones saben cuándo apretar el pedal y cuándo dejarlo flotar. Cuando quieren ser serios, lo son; cuando quieren soltarse los huesos, no piden permiso. El swing se arma solo. Al final, esta obra cumple con todos los requisitos de una joya perdida:Riffs psicodélicos, Covers re-versionados, Fusiones bien cocinadas y hasta un tinte a lo Cream bien puesto. Un álbum encantador y “aprovechable” que no decepciona. No apuesten por la portada —que parece prometer una misa satánica con desayuno incluido— pero sí por el contenido: aquí hay material hasta para los que juran escuchar progresivo temprano y surf rock en los pasajes más extraños. ¿WTF?! Yo no encuentro nada de eso. ¿Estaré mal? En fin. Hasta más vernos.

Mini-datos:

  • Barbed Wire Sandwich fue lanza gracias al sello “prog-rock” Deram (excelente sello perteneciente a Decca).

  • El álbum contiene tanto piezas originales como covers, entre las que destaca “Four Women”, una fantástica balada con sonidos acústicos escrita por la gran Nina Simone (ídolo para la banda por lo que se aprecia en las versiones del disco), con una historia interracial en la que los Black Cat Bones, como no podía ser de otra forma, varían la perspectiva narrativa en el texto. Es de los cortes más ácidos del disco
01. Chauffeur
02. Death Valley Blues
03. Feelin' Good
04. Please Tell Me Baby
05. Coming Back
06. Save My Love
07. Four Women
08. Sylvesters' Blues
09. Good Lookin' Woman

CODIGO: I-48




Anexo:
Edgar Broughton Band: Sing Brother Sing 

Segundo ritual de los Broughton y quizás el más alucinado. Sing Brother Sing es un canto desde el pantano eléctrico, donde la psicodelia británica se ensucia con blues distorsionado, folk demencial y una actitud casi punk antes del punk. Aquí no se canta: se invoca. El álbum no busca complacer. Aquí hay drones vocales, coros femeninos espectrales, ritmos que entran y salen como visiones, y una producción que se deja llevar por el trance del momento.


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