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Warhorse - Same


A blazingly epic slice of hard-rock with tons of prog and psych elements to chew on. It's got some heavy grooves and vocals that, mostly, work for the best. The ties and comparisons to Deep Purple are there for good reason: we've got some wonderful chunky riffs with tons of jams and awesome keyboard work; however, Ashley's vocals don't always work on here. He comes across as something of a crooner during the slower songs and moments. He's got the hardrock shouting down, but tracks like "Solitude" don't do him any favours, in my opinion. That doesn't mean there's nothing here to get into and freak out about, actually the opposite. There are so many blazing tunes to check out. Highlights for me include "Burning," "Ritual," and the epic "Woman of the Devil."

When Deep Purple's original Bassist Nic Simper was fired at the request of Ian Gillan in 1969 he was left at loose ends. He had a short and unsuccessful stint with another band but when it collapsed he obtained the services of the fantastic Vocalist Ashley Hunt and Keyboardist extrordinare Rick Wakeman and formed the powerful heavy Rock band Warhorse. This album, their debut, is an amazing slice of English Proto-Metal right up their with the albums Black Sabbath and Deep Purple were releasing at the time. Ashely Holt is a gem of an undiscovered singer with a powerful voice that's used to great effect here. This was also one of the first albums with the thematic elements that would later grow into Doom Metal.

Warhorse: Simper y la Alquimia del Ruido Primigenio

Hay momentos en la historia del rock donde los márgenes dicen más que el centro. Y esta historia nace justo ahí, en el borde de una fractura. Nick Simper, el bajista de la Mark I de Deep Purple, fue empujado fuera del tablero cuando Blackmore y Lord decidieron que el futuro tenía otro sonido y otro color. Una jugada con sabor a traición, si se quiere, pero también una puerta hacia lo desconocido. Porque lo que a simple vista parecía un punto final… en realidad era el primer compás de Warhorse.

Corre el año 1970 y la escena británica es un hervidero: el hard rock se cuece a fuego lento en calderos como Led Zeppelin II o In Rock, y el progresivo empieza a estirarse como una criatura que apenas despierta. En medio de ese vórtice, aparece Warhorse, una banda con sed de revancha y ganas de construir su propia identidad, lejos de las sombras moradas. Un sonido robusto, visceral, con tramos de mística oscura y un groove que huele a cuero, humo y carretera mojada.

¿Y qué decir del concepto visual? Ese arte de tapa que parece salido de una pesadilla medieval, como si un códice iluminado hubiera sido poseído por el espíritu del heavy rock. Nada de eso habría existido sin la salida forzada de Simper. El destino, caprichoso como siempre, lo puso justo donde tenía que estar. Porque como se dice en las madrugadas sabias: a veces perderlo todo es la única forma de empezar de nuevo.

Impresiones Personales: Caballos de Guerra en Tiempos Púrpura

Hay álbumes que llegan como un relámpago y otros que se manifiestan como un eco profundo, ancestral, de aquellos que parecen emanar desde las grietas del tiempo. Warhorse, también conocido como Vulture Blood, pertenece a esa segunda estirpe: un rugido venido desde la periferia del olvido, con los huesos aún tibios de un pasado glorioso.

Nick Simper, aquel bajista que alguna vez sostuvo los cimientos de la Mark I de Deep Purple, se lanza aquí a construir un nuevo templo de sonido. Y aunque el fantasma púrpura aún flota en ciertos acordes, Warhorse no es una sombra: es una criatura propia, con colmillos afilados y corazón palpitante. Es cierto, aún se perciben ecos de lo que fue, pero no como una copia sino como un aliento primitivo que, en vez de anclar, impulsa. La música aquí tiene filo. Es pesada sin ser densa, rápida sin perder sustancia. Hay algo de proto-metal en su ADN, pero también brilla el músculo del hard rock más clásico, con riffs que se enroscan como serpientes de fuego y una voz que se impone con autoridad. Los órganos Hammond abren puertas a pasadizos ocultos, y cada canción parece empujarte un poco más hacia un abismo electrificado.

Warhorse suena como una fusión oscura entre Atomic Rooster y Deep Purple, pero con un temperamento más terroso, más volcánico. No busca agradar, sino incendiar. Se agrieta entre los huesos, te lanza contra la pared, y ahí —entre la furia y el vértigo— logra hacer brotar belleza. Claro, no es un álbum perfecto. A ratos se siente verde, como si el concepto aún no hubiera terminado de gestarse. Hay irregularidades en los arreglos, cierta búsqueda que aún no culmina. Pero ese mismo titubeo lo vuelve fascinante, como un monstruo en plena mutación. Porque Vulture Blood no necesita pulirse para brillar: su fuerza está en lo crudo, en lo sincero, en ese impulso primario de decir “aquí estoy”. Hoy, muchos lo ven como una joya subterránea, casi un santo grial del Hard Prog olvidado. Y con razón. Quizás no cumpla todas las expectativas de un iniciado moderno, pero para quienes aún sentimos el temblor de los setentas correr por las venas, Warhorse es más que un disco: es un fragmento de lava sonora que se niega a enfriarse. Hasta más vernos.

Mini-datos:

  • Warhorse nació gracias a Rick Wakeman (sí, el mago del teclado): Antes de fundar Warhorse, Nick Simper estaba colaborando con la cantante Marsha Hunt y formó una banda de acompañamiento que incluía al joven Rick Wakeman en los teclados. Aunque Wakeman se fue pronto (ya con miras de unirse a Strawbs y luego Yes), su breve paso por esta proto-Warhorse dejó una chispa fundacional. Fue tras esa experiencia que Simper decidió darle forma propia al proyecto. Wakeman, como un cometa fugaz, iluminó brevemente el génesis.

  • El álbum Warhorse (1970) fue ignorado por la crítica pero venerado por coleccionistas: A pesar de su potencia, el disco pasó desapercibido en su lanzamiento, quizás por no tener una gran disquera detrás o por sonar demasiado adelantado para el radar de la época. Hoy, los vinilos originales son muy buscados por coleccionistas de heavy rock y hard prog, especialmente en Japón y Alemania, donde la banda tiene un culto subterráneo notable.

  • El tema “St. Louis” fue su único sencillo… y es un cover de Easybeats: Aunque muchos asumen que “St. Louis” es material original, en realidad es una versión pesada del tema de The Easybeats, aquellos mismos de “Friday on My Mind”. La banda tomó la canción y la transformó en un torbellino hard rock con esteroides, algo que desconcertó a las radios, pero encantó a fans del proto-metal.

  • Nick Simper casi forma parte de Rainbow años después: Años más tarde, cuando Ritchie Blackmore formaba Rainbow tras dejar Deep Purple, hubo rumores (y conversaciones reales) de que Simper podría unirse como bajista. Aunque al final no se concretó, la idea de que los viejos camaradas se reencontraran en otra banda mítica hace que uno se pregunte qué universo paralelo nos estamos perdiendo.

01.No Change
02.Vulture Blood
03.Burning
04.St Louis
05.Ritual
06.Solitude
07.Woman Of The Devil

CODIGO: @





Anexo: 

Aquí no hay paciencia: hay urgencia. Desde la primera pista (“Stop Little Lady”) hasta la final, Operation ofrece un espectáculo sonoro que alterna  precisión alemana con salvajismo rockero. Los solos de guitarra cortan como  bisturís oxidados y la voz de Bernd Noske (que además es el baterista) conjura imágenes de ciencia ficción urbana. Un disco quirúrgico que opera sin previo aviso. Poderoso, febril, y absolutamente recomendable.

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