Os Mundi - 43 Minuten
This second album by the German Os Mundi appeared at a politically charged time (the terrorist attack during the Olympic Games in Munich, the raising of left wing political fractions, etc...), which is reflected in the lyrics (the singing is in English). Musically speaking, the album is a much eclectic beast that in turns will outline various styles and ideas: kraut rock elements are to be found in the long and repetitive jamming, where a simple bass riff gives the basis for the soloists to bring the tune to new heights; let's note especially the superb flute solo on "Children's Games
More popular than the debut but IMO it's a clear step down. While the debut was a fairly unique synthesis of prog and spooky ancient religious music, this is slick, generic jazzrock with some truly embarrassing vocals and a lot of aimless soloing.
Another classic Brain release. A jazz prog psych space mindswirler.
43 Minuten: el grito luminoso de la Alemania convulsa
Hablar de Os Mundi es hablar de una banda que nunca se conformó con un molde fijo. En los primeros pasos de su trayectoria parecían caminar en el sendero de las formas progresivas clásicas, con Latin Mass como un ensayo audaz, casi una misa experimental donde el rock se disfrazaba de liturgia y se enfrentaba a lo sacro con irreverencia juvenil. Pero el tiempo y el contexto alemán de los setenta les exigieron algo más: un salto, una mutación, un arriesgarse a poner los pies en la corriente volcánica del krautrock que bullía en cada esquina de Berlín, Hamburgo o Múnich.
Ahí es donde 43 Minuten se convierte en documento y declaración. Ya no bastaba con las atmósferas solemnes ni con las fórmulas del sinfonismo progresivo británico; Os Mundi eligieron la ruta más indómita: esa que zigzagueaba entre lo estructurado y lo caótico, entre la precisión del jazz-rock y la libertad anárquica del kraut. Y en ese choque de fuerzas, en esa dialéctica entre control y desborde, surgió un sonido que no solo maduró, sino que se volvió profundamente ecléctico y vital. La evolución de la banda puede leerse como un tránsito del rito al manifiesto: del latín ritualizado a la descarga polifacética del krautrock progresivo. Es como si de pronto el grupo se hubiese cansado de mirar hacia Inglaterra y decidiera escuchar a su propio suelo, a esa Alemania convulsa y fragmentada que pedía gritos nuevos, ritmos incendiarios, improvisaciones que se parecieran más a una asamblea en ebullición que a un concierto pulcro. En 43 Minuten, Os Mundi consiguen esa alquimia: la disciplina del prog se diluye en la rebeldía kraut, y lo que queda es un híbrido poderoso, camaleónico y lleno de luz.
Impresiones personales: La alquimia de 43 Minuten
Recuerdo la primera vez que me topé con 43 Minuten: fue como abrir una ventana y que entrara un vendaval de sonidos progresivos, vibrantes y eclécticos. Os Mundi ya no eran los mismos del Latin Mass, habían mutado en algo mayor, más afilado, más consciente. Habían madurado, y su música se volvió un grito luminoso en tiempos oscuros. Alemania ardía: los Juegos Olímpicos de Múnich marcados por el terror, las fracciones políticas tensando la cuerda, la juventud buscando respuestas en el ruido y la calle. En ese contexto, este disco se siente como un manifiesto, un desahogo. No es un álbum sombrío ni derrotista, al contrario: suena vibrante, rítmico, eléctrico, cargado de jazz, folk, psicodelia y hasta destellos latinos. Un disco que zigzaguea, cambia de piel y sorprende en cada tema. Me gusta pensar que aquí Os Mundi dejaron de ser “una banda de ideas” para convertirse en una bestia colectiva. Eran seis músicos distintos, cada uno inyectando su energía, y el resultado es una obra rica en matices, camaleónica, imposible de encasillar. No inventaron la rueda, pero hicieron rodar la suya con una fuerza y una identidad únicas, lo suficiente para ganarse un lugar en la élite del jazz fusión alemán. Canción tras canción, el álbum ofrece pequeñas joyas, cada una con su propio pulso y carácter. No hay relleno: todo es experiencia, vértigo, vitalidad. Por eso 43 Minuten es más que un disco; es un viaje que estalla con ideas, estilos y energía contenida que por fin se libera.
Escucharlo hoy es entender cómo la música puede ser contestataria sin perder el brillo, cómo puede ser revolucionaria sin hundirse en la oscuridad. 43 Minuten sigue siendo un álbum de culto, un imprescindible para cualquier proghead curioso. Dale tiempo, sumérgete en su fulgor, y verás: pocas bandas supieron gritar tan alto con tanta claridad. 43 Minuten no solo suena a su tiempo, suena a cualquier época en que alguien se atreve a romper moldes”
Mini-datos:
- Un título casi literal: El álbum dura exactamente 43 minutos (y unos segundos), y ese detalle no fue casual: la banda quiso que el disco fuera una especie de “viaje cronometrado”, como si se tratara de una sesión compacta donde no había ni un minuto desperdiciado.
- Cambio de piel: Entre Latin Mass (1970) y 43 Minuten (1972), Os Mundi pasó de ser un grupo reducido a una mega banda de seis miembros, lo que abrió las puertas a la experimentación y a ese sonido más rico y camaleónico que se escucha aquí. Se incorpora Buddy Mandler en bongos, congas, campanas y tambores y Mikro Rilling en percusión y violonchelo.
- Un krautrock con swing: Aunque el disco suele catalogarse como progresivo, Os Mundi estaban más cerca de la escena de jazz-rock alemana, y muchos críticos los llamaron “los Colosseum alemanes”. Sin embargo, ellos mismos reconocían estar más influenciados por la energía política y cultural de Berlín que por copiar a bandas británicas.
- Olvidados en su tiempo, rescatados después: La crítica alemana de la época no recibió bien el álbum, acusándolos de “carecer de innovación”. Paradójicamente, décadas después 43 Minuten fue redescubierto y hoy es considerado un clásico de culto, uno de los pocos trabajos netamente progresivos surgidos en Alemania en esos años.
- El productor Conny Planck también toco la guitarra para este álbum
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