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Catapilla - Changes


 In the Heart of the River We Are Reflected...
“Cross-legged in the corners, in the Underground, the train moves, the train goes. Eyes cross directions, they sympathize, beneath… Trouble in your eyes, awakes cool to my eyes, sources found after searching round.” Jazz, psychedelia, rock, art rock – the nature makes a caterpillar change into a butterfly, musicians make sound change into music. “He started to tenderly unfold. She failed, at least she learned. He knows a restricted silenced tune. Drifting to you at night, start right. An image, carefully foiled, around him.” And great musicians such as Catapilla turn music into a sheer beauty.

Imagine Chicago, Soft Machine and Nucleus involved in a crazed, LSD-fuelled jamming session and what you have is the blistering jazz-rock sound of British outfit Catapilla.

Changes: Fragmentos de un grito espectral

¿Qué queda cuando una banda decide dar el salto sin red, dejando atrás lo predecible y arrojándose al abismo de lo inexplorado? Changes, el segundo y último suspiro de Catapilla, no es solo un título: es una advertencia, una promesa, una mutación grabada en vinilo. Aquí no hay estructuras dóciles ni estribillos de cartón. Hay magma. Hay viento sucio soplando desde los callejones del jazz eléctrico, y hay voces que no cantan: declaman, interrogan, invocan.

En 1972, mientras el mundo intentaba acomodarse entre el glam naciente y los últimos coletazos del flower power, Catapilla decidió prenderle fuego al mapa. Y desde esa llamarada quedó esto: Changes. Un disco que parece haber sido compuesto por una secta de alquimistas en trance. Una obra donde cada compás es un acertijo y cada solo, una grieta en la realidad.Escuchar este álbum no es una experiencia cómoda. Es un acto de fe sonora. Es sumergirse en la selva espesa del avant-prog británico, con los oídos atentos y la cordura en jaque. Changes no quiere gustarte. Quiere despertarte.

Impresiones personales: Anna Meek y los coros del delirio

Segundo y último álbum de Catapilla, Changes no es una simple entrega más dentro del progresismo británico. Es una criatura sonora que se arrastra, se eleva y se transmuta sin pedir permiso. Cuatro piezas extensas, esculpidas con mano surrealista, marcan su paso en un terreno donde la psicodelia muta en jazz, el jazz se desborda en rock ácido, y el rock se vuelve teatro cósmico. Todo bajo un claroscuro que no teme al misterio ni a la intensidad.

Desde los primeros compases, el disco emana una fuerza camaleónica que deslumbra por su eclecticismo y sofisticación. Aquí no hay cortes predecibles ni estructuras amables. Hay viaje. Hay vértigo. Hay momentos en los que uno no sabe si flotar o defenderse del vendaval. La banda, en esta última metamorfosis, eleva su propuesta al plano de lo visionario y se proclama, sin fanfarria, como una de las entidades progresivas más desafiantes del culto underground de los setentas. La voz de Anna Meek, magnética y telúrica, guía el ritual como una sacerdotisa de otros planos. Su entrega es total: teatral, salvaje, pero medida con precisión hipnótica. Es un canto entre la locura y el éxtasis, como si Grace Slick se hubiera topado con un libro alquímico y decidiera leerlo a gritos en un callejón iluminado por la luna.

En Changes, los instrumentos no acompañan: conspiran. El saxofón serpentea como un encantador de sombras, mientras la guitarra pinta pasajes de delirio y el teclado abre portales hacia un no-lugar donde las leyes del ritmo se doblan y transforman. Cada tema es un organismo vivo, en constante mutación, con secciones que van desde lo etéreo hasta lo abrasivo sin perder cohesión. Hoy, décadas después de su nacimiento silenciado por los titanes del género, Changes resurge como una pieza de culto incontestable. Incomprendida en su momento, la obra ha alcanzado el aura mítica que solo el tiempo sabe cincelar. Su propuesta sigue siendo desafiante, visceral, exquisita. No es un álbum fácil. No lo quiere ser. Es una travesía por un delta sonoro donde confluyen lo vanguardista, lo ácido, lo espiritual y lo demencial.

Escuchar Changes es entregarse a una experiencia casi iniciática. Uno sale distinto. Más confuso, más abierto, más despierto. Porque en sus progresiones —tan llenas de tensión, belleza y rareza— hay una energía que sigue vibrando como un faro psicodélico para quien se atreva a mirar de frente a la bestia.

Mini-datos:
  • Los solos de guitarra de Graham Wilson se elevan y se elevan mientras el bajo, el piano eléctrico y la batería completan la sección rítmica de una forma gloriosa.

  • Para esta nueva entrega se fueron Thierry Reinhardt, Hugh Eaglestone, Dave Taylor y Malcolm Frith. La alineación ahora fue: Ralph Rolinson en órgano y piano, Carl Wassard en el bajo y Brian Hanson en batería.

01. Reflection
02. Charing Cross
03. Thank Christ For George
04. It Could Only Happen To Me

CODIGO: O-33  









Anexo:

Mientras Catapilla descompone la realidad desde sus entrañas, hay otro rincón del teatro progresivo donde las máscaras no caen, sino que mutan. Subject Esq, en su único acto homónimo, se alza como un espejo pulido con furia alemana: dramatismo de jazz, épica de saxos en combustión, voces que rasgan el telón. Una obra que respira el mismo oxígeno que Changes, pero lo exhala como humo denso y ceremonial. El caos no es solo estructura rota: es una forma de invocación. Y aquí, las bestias también bailan.


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