Bodkin - Same
Very good heavy prog with a bit of heavy psych guitar workout, it could be better if the album had more guitar and less organ, and also if the recording quality where better. There's a bit of Deep Purple, Uriah Heep and Atomic Rooster in their sound, but in quality they will never be even close.
Mellotron driven hard rock with excessive prog elements. Each track has good moments. Highly recommended.
Very enjoyable rockin' semi-metal reissue from Akarma. Filled with gloomy, swirling organ passages, with song titles like "Three Days After Death" parts 1 and 2,and "Aunty Mary's Trashcan". Fans of early Sabbath and Necromandus will enjoy. The reissue comes in a beautiful gatefold mini lp cover with the requisite strange photos, and a short bio of the band.
Ritual en Blanco: El Misterio de Bodkin
Otro álbum de CULTO —con todas sus letras, en mayúsculas y subrayado con plumón indeleble— que en su día se desvaneció entre las brumas de las grandes ponencias sónicas de la época, y que solo con el paso del tiempo fue encontrando su trono oscuro en el panteón de los raros. Bodkin, más que un disco, es un espectro que ronda los anaqueles polvorientos de las tiendas de segunda mano y los altares de los coleccionistas.
¿Es un disco sobresaliente por su sonido? No exactamente. ¿Es interesante por su performance? Puede que sí, pero lo que realmente lo convierte en objeto de leyenda es su historia. Aquí no hablamos solo de riffs o atmósferas Hammond (que los hay, y muy sabrosos), sino de una narrativa digna de película B de culto.
El mito comienza cuando un coleccionista alemán —de esos con olfato de sabueso viejo para los tesoros olvidados— entabla amistad con Jim West, el ingeniero de sonido y dueño del sello que originalmente lanzó el álbum. Hasta ahí, todo suena a anécdota de feria de vinilos... hasta que el teutón queda perplejo al descubrir que West aún guardaba copias originales del álbum, eso sí: ¡sin portada! Y aquí empieza el culto verdadero. Como todo buen objeto maldito, Bodkin se lanza al ruedo sin carátula y a precio irrisorio. Pero el tiempo, ese alquimista loco, convirtió el disco en oro: una copia con la portada original fue subastada por nada menos que $2,300. Una barbaridad si pensamos que la mayoría circulaban desnudas, como entes sonoros sin rostro.
Hasta el día de hoy, se han contado al menos seis re-ediciones del álbum. Y aunque no entraremos (todavía) en el detalle de esas mutaciones editoriales, lo cierto es que su leyenda fue creciendo con cada reedición, con cada historia contada en voz baja en ferias de coleccionistas o foros oscuros de internet. No por nada muchos lo consideran un “Santo Grial del underground”.
Un disco que no necesitó portada para tener presencia.
Un sonido que no necesitó ser perfecto para hacerse inolvidable.
Bodkin, hermanos, es la prueba de que el misterio a veces vale más que la música.
Impresiones personales: Entre luces bajas y sombras de Hammond
Mis impresiones con Bodkin siempre han sido zigzagueantes, como esas caminatas solitarias al filo de la madrugada, donde uno no sabe si está buscando algo o simplemente esperando que algo lo encuentre. Este álbum ha sido, para mí, una especie de cita a ciegas con el pasado: lo he visitado varias veces, con expectativas que no siempre se cumplieron, y con sensaciones que, aunque tenues, jamás me fueron indiferentes.
No puedo decir que me llenó. Bodkin no es de esos discos que revientan en llamas ni que te sacuden de golpe el alma. No hay aquí puntos culminantes dentro de la lógica progresiva, ni solos que desafíen la razón, ni esas dosis de locura creativa que uno esperaría de una banda dispuesta a tallar su nombre en el mármol del ART Rock. Es, más bien, un trabajo correcto, honesto y oscuro, con una sonoridad especial que se cuela sin pedir permiso. Hay algo en ese "Hammondelismo" omnipresente que ruboriza, que calienta la sala por dentro. Un perfume retro que nos habla en clave de humo y penumbra. La experiencia de escucharlo es amable pero contenida, como una conversación interesante que nunca se atreve a levantar la voz. Hay momentos llamativos, hay riffs que mastican el hard rock con dientes progresivos, hay atmósfera... pero también hay una falta de chispa, de ese toque de genialidad que separa lo notable de lo inolvidable. Bodkin es como una vela encendida en un túnel largo: te acompaña, pero no te alumbra todo el camino.
Eso sí, no todo es pálido. Si algo merece alabanza en esta travesía es el poder del Hammond, que se impone como una fuerza hipnótica; esa presencia ritualística, casi ocultista que envuelve algunas secciones, y esa postura heavy que le da cuerpo a su identidad progresiva. Tres virtudes que, si bien no salvan la obra por completo, sí la mantienen firme y con dignidad. Ninguna canción sobresale por encima de las otras. Todo está bien ejecutado, la dupla Hammond/guitarra funciona con energía, la batería hace su parte sin aspavientos. Pero al final, hay una sensación de que algo faltó. Como si el disco hubiera sido una promesa no del todo cumplida, una tormenta que se quedó en cielo nublado. Y aún así… me gusta volver. Porque hay discos que no son grandes obras, pero que poseen esa textura extraña de los primeros días del Heavy Prog, cuando todo era incierto y misterioso, y uno se atrevía a explorar sin brújula. Bodkin se deja querer por eso. Por su honestidad, por su oscuridad templada, por su Hammond que suena a exorcismo y consagración. Es, quizás, un álbum que no busca brillar. Solo estar. Y a veces, eso es suficiente. Hasta más vernos.
Mini-datos:
- El álbum sin cara: La primera tirada de Bodkin fue tan artesanal y modesta que no tenía portada ni créditos visibles. Solo un vinilo envuelto en funda blanca. Según la leyenda, Jim West (productor y dueño del sello West Records) mandó prensar 100 copias… ¡y se le olvidó imprimir las portadas! Años después, una de las escasísimas copias con la portada original se subastó por más de 2,000 dólares. Lo curioso: nadie sabe cuántas copias exactas salieron con esa portada, y hay quienes creen que solo existen cinco en el mundo.
- Un nombre de ultratumba: "Bodkin" no es cualquier palabra. Es un término arcaico que se refiere a una daga o estilete corto, usado en tiempos isabelinos. Shakespeare lo menciona en el famoso soliloquio de Hamlet ("...when he himself might his quietus make with a bare bodkin..."). Se dice que la banda eligió este nombre por su sonido oscuro y teatral, buscando una identidad que mezclara el dramatismo gótico con la violencia sutil del hard prog.
- Un tecladista entre fantasmas: Ziggy Moffat, el organista y alma hammondélica del disco, grabó todos sus tracks en una sola noche, según confesó tiempo después en una entrevista con un fanzine escocés de culto. Moffat dijo que el estudio estaba "poseído" esa noche: las luces parpadeaban, el reloj se detuvo a medianoche y, según él, escuchó voces dentro de sus audífonos que no estaban en la pista. No sabemos si fue un glitch técnico o una visita espectral, pero lo cierto es que su órgano suena como si estuviera exorcizando demonios con cada acorde.
- Bodkin fue un quinteto escocés que lanzó un álbum homónimo en 1972. Su sonido era crudo y pesado y con bordes ásperos ligados al sonido clásico y con énfasis en el Hammond . La banda estaba compuesta por Doug Rome (teclado), Mick Riddle (guitarra) Bill Anderson (bajo), Dick Sneddon (batería) y Zeik Hume (voz).
01.Three Days After Death pt1
02.Three Days After Death pt2
03.Aunt Marys Trashcan
04.After Your Lumber
05.Plastic Man
CODIGO: @
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