Clásicos de Oro: Laghonia - Glue
Glue was the debut album by this Peruvian psychedelic rock group. Their sound has some clear pop and garage elements mixed with the psych rock sound. Most of these songs are enjoyable. "And I Saw Her Walking" is probably the only song I don't enjoy here. On the other hand even if the songs are all nice none of them is a true masterpiece. That's the reason why I can't give this one a better rating than 3,5 stars out of five. In my opinion this LP doesn't deserve any more.
A highly consistent and
balanced record but the album would need more impressive standout tracks to get
a better rating. Pretty good still.
Glue y la Habitación Menguante
"En las grietas de un vinilo gastado, duerme el murmullo de una Lima que soñó con ser Londres, pero terminó bailando descalza entre incienso y electricidad."
Parte 1: Primera Inmersión en la Psicojungla Peruana
En los años donde el rock era un idioma nuevo que hablábamos con acento propio, en las calles de Lima brotaba una extraña efervescencia: tímida, valiente, y psicodélica. De las cenizas humeantes de The New Juggler Sound —nombre de aquellos que soñaban a ritmo de fuzz y quimeras eléctricas—, nacería una criatura con tentáculos de órgano Hammond y el corazón prendido en wah-wah: Laghonia. Su debut, Glue, vería la luz en 1970, en un país donde la modernidad llegaba a empujones y los vinilos se pasaban de mano en mano como contrabando sagrado.
Glue no fue un álbum maduro. Fue más bien un collage ruidoso y desordenado, un primer disparo de advertencia lanzado desde las cuevas húmedas del subconsciente criollo. Sonaba cavernoso, con una textura que se deshacía entre la experimentación y el atrevimiento. Y sin embargo, pegaba —como su nombre indica— con una fuerza que no se entendía del todo, pero se sentía. En esos surcos retumbaban ecos de The Kinks, de los Stones, de los Beatles más psicotrópicos, pero reconfigurados por ese filtro tropical y urbano que solo Lima podía ofrecer. Un rock con acento peruano, latino, callejero, y sí: ligeramente ñoño en momentos, pero con una intención honesta y combustible. Recuerdo la primera vez que escuché Glue como quien recuerda su primera borrachera de adolescencia: con una mezcla de ternura, vértigo y revelación. Fue, sin duda, el trampolín. El punto de ignición. A partir de ahí comencé a rascar la tierra de mi propio país para encontrar esas vetas de música enterrada que hoy son oro puro para el alma: El Polen, El Álamo, We All Together, Traffic Sound… Cada hallazgo era una epifanía, como descubrir que uno vivía sobre ruinas psicodélicas sin saberlo.
Y aunque el disco no tenga el refinamiento de su sucesor (Etcétera, ahí sí señores, a cuadrarse), hay en él una crudeza encantadora. El sonido es tosco, primitivo, directo. Parece grabado en una caverna con incienso y ampollas de LSD. Hay canciones que prenden como cerillos mojados y otras que simplemente están ahí, colgadas, como cuadros torcidos en la pared de una casa hippie. Pero todo eso forma parte del encanto.
Parte 2: El Lenguaje Incompleto de la Psicodelia Limeña
Escuchar Glue es como abrir una caja de fósforos mojados: sabes que algo puede prender, pero no siempre. Sin embargo, cuando la chispa agarra, ilumina más de lo que parece. En su aparente torpeza técnica y su espíritu amateur, este disco esconde las semillas de un sonido más sofisticado que terminaría germinando con plenitud en Etcétera. Pero en Glue, la banda aún estaba tanteando su propio lenguaje, armando un rompecabezas donde las piezas venían de Inglaterra, pero los dedos que lo ensamblaban estaban cubiertos de tierra peruana.
Laghonia, en esta etapa, funciona como un transmisor que todavía no afina bien la frecuencia. Y sin embargo, eso no impide que de ese zumbido salgan imágenes nítidas. La mezcla de órgano Hammond —ardiente como una vela negra— con guitarras saturadas en fuzz y efectos wah-wah, crea un sonido envolvente, denso, como si uno se hundiera en una sopa caliente de psicodelia garage. Hay intención, hay electricidad, y sobre todo hay ese deseo palpable de inventarse una identidad entre la maleza de influencias extranjeras. Por momentos, el álbum parece arrastrarse por un túnel sonoro donde la psicodelia convive con ritmos locales disfrazados de beat anglosajón. Y aquí está el verdadero valor de Glue: no en su perfección —porque no la tiene— sino en su esfuerzo por traducir un lenguaje que no le pertenece del todo. Es un álbum que quiere hablar inglés con alma peruana, y que en ese intento comete errores deliciosos, tropiezos que lo hacen más humano, más entrañable.
Tomemos como ejemplo la transición entre "Trouble Child" y "Neighbor". La primera es una subida empinada: groove envolvente, órganos que parecen invocar tormentas y una guitarra que serpentea con elegancia tribal. Pero luego cae en la planicie emocional de "My Love", un tema cuya lentitud no relaja, sino que suspende, congela... y a veces, sí, desespera. Es en este descenso donde la habitación empieza a menguar, donde la experiencia se transforma en delirio visual. Todo se ralentiza. Los colores se saturan. Y la psicodelia, que debía ser vuelo, se convierte en viscosidad. Pero ahí también hay un encanto: Glue no pretende llevarte a un viaje perfecto, sino a uno sincero. Y como todo viaje verdadero, tiene subidas, bajadas, recodos extraños y paisajes que no sabes si son bellos o simplemente extraños. Lo fascinante de Glue es que está en plena mutación. Hay algo reptiliano en su forma de moverse: no camina recto, pero sí se dirige a alguna parte. Ese "alguna parte" será Etcétera, donde todo lo que aquí es boceto se convierte en mural. Pero no nos adelantemos. En Glue, el trazo aún es rústico, el concepto es verde, pero el hambre de exploración ya está latente. Es el álbum de una banda que todavía no sabe que será importante. Y eso —paradójicamente— lo hace esencial.
Recuerdo una noche —nublada de humo dulce y promesas juveniles— en la que Glue sonaba como si el altavoz fuera un portal. La habitación se encogía, las paredes sudaban, y las notas del órgano flotaban como globos de feria perdidos en la infancia. La aguja del tocadiscos parecía un chamán dibujando círculos en el aire, y el fuzz de la guitarra abría grietas en el suelo por donde se colaban memorias que ni siquiera eran mías. En ese trance, entendí que Glue no es un disco para buscar respuestas. Es un mapa incompleto, una brújula sin norte, un espejo sucio donde uno ve lo que quiere ver: adolescencia, vértigo, error, búsqueda, y sobre todo, deseo. El deseo de sonar como el mundo, mientras el mundo se te cuela por la ventana con acento peruano y olor a calle mojada.
Glue no es perfecto, pero es verdad. Y en estos
tiempos, la verdad —aunque esté desafinada— suena a gloria. Hasta más vernos,
desde el rincón donde el polvo brilla.
Mini-datos:
- Laghonia es otra banda peruana de excelente calidad que presentaba un sonido único, ya que era una de las poquísimas bandas en Sudamérica en utilizaban el Hammond B2 tanto en estudio como en concierto.
- Cuando la banda cambio de nombre en 1970, el álbum Glue salió como una compilación de The New Jugler Sound en un 45 rpm.
01. Baby, Baby
02. I Must Go
03. Neighbor
04. The Sand Man
05. Billy Morsa
06. Trouble Child
07. My Love
08. And I Saw Her Walking
09. Glue
10. Bahia
CODIGO: @
Anexo: Entrevista a Saul
Cornejo
https://tinyurl.com/22jen5da
Fuente: Rockperuanorollos
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