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Groundhogs - Split


Cool blues rock with a couple of guitar effects which i guess make it psychedelic. The vocalist is very much par for the course, and the guitar playing is solid but not jaw dropping. Nothing much in terms of innovating as well.

Bleeding Cherry Red Blood
“In the dying embers of a burnt-out day, when morning seems a thousand hours away, dark prevails and the light gives up the fight to stay. The blackness thickens and surrounds, masking all but distant sounds, I seek for thought to occupy still conscious mind.” Split is a guitar-based psychedelic album – guitars are boisterous and the riffs are very elaborate. And there are many beautiful songs on the album.

El Diario Sonoro de un Hombre al Borde

Hay discos que parecen estar tallados en piedra volcánica, discos que no se escuchan… se soportan. Split es uno de esos. No se deja querer a la primera, ni viene envuelto en terciopelo: llega crudo, quemando las manos, como un diario íntimo escrito con bisturí. Tony McPhee no canta aquí, confiesa. Su guitarra no toca, sangra. Y uno, pobre espectador de su catarsis, no tiene más remedio que quedarse, temblando en la orilla.

Este álbum, salido en 1971, parte el alma en pedazos. Literalmente. Cuatro cortes iniciales numerados como un colapso en secuencia —Split Part 1, 2, 3, 4— como si el propio McPhee se estuviera "disecando" en tiempo real. El blues muta, se contorsiona, se arrastra por túneles psicodélicos donde no hay luz, solo distorsión y ansiedad. Y sin embargo… ahí está el hechizo. Porque en medio de ese naufragio emocional, uno encuentra algo parecido a la verdad. No la verdad universal, sino la verdad rota, la que llevamos dentro y no siempre queremos escuchar. El dolor hecho feedback, el insomnio convertido en riff. Este no es un álbum para todos. Es un álbum para los que se han sentido partidos en dos. Para los que conocen el temblor y el vértigo. Para los que alguna vez sintieron que la música era el único idioma capaz de decir lo que no se puede decir.

Impresiones personales: El Blues del Espejo Roto

No recuerdo el momento exacto en que escuché Split por primera vez. Tal vez porque no fue una sola vez, sino muchas pequeñas aproximaciones. Fue como ir entrando a un cuarto oscuro sin saber qué ibas a encontrar. Y en lugar de encender la luz, te quedabas ahí, dejando que tus ojos se acostumbren a la penumbra. Así se escucha este álbum.

Me acuerdo que lo que más me impactó no fue la técnica —aunque está ahí, afilada como cuchilla de afeitar—, sino esa sensación de derrumbe contenido. Como si cada canción estuviera escrita con las uñas. Especialmente las cuatro primeras, esa suite dividida en partes que no solo da título al álbum, sino que lo define emocionalmente. Es como si Tony McPhee se abriera el pecho y dijera: “Esto es lo que hay. No esperes melodías bonitas. Espera la verdad”. Y vaya que la entrega. Split es un disco que aprendí a querer a fuerza de honestidad. No tiene filtros, no hay ornamentos ni trucos de producción. Todo suena expuesto. Crudo. Cercano. Casi incómodo. Como si lo estuvieran tocando al lado tuyo, en una habitación pequeña, sin escapatoria. Y eso, amigos, tiene un peso especial.

En muchos sentidos, este álbum se volvió una compañía silenciosa en mis días más turbios. No para levantarme el ánimo, ni para consolarme. Sino para recordarme que el dolor también puede tener forma, estructura, y a veces hasta groove. Que incluso los momentos más jodidos pueden ser transformados en algo que suena. Algo que vibra. Algo que arde y cicatriza al mismo tiempo. No puedo evitar pensar que Split fue un disco necesario para mí. Uno de esos que no aparecen seguido, pero cuando lo hacen, se quedan. Te enseñan a escuchar de otra forma. A dejar de buscar perfección y empezar a abrazar la grieta. Porque es ahí, justo ahí, donde entra la luz. O el feedback, en este caso.

No es un álbum fácil. Pero, ¿quién necesita lo fácil cuando uno está tratando de reconstruirse? Split es para los rotos, los insomnes, los que han sentido el peso de su propio nombre colgando del cuello. Es blues, sí, pero con el alma deshilachada y el fuzz al máximo. Es psicodelia sin colores, puro gris plomo. Es esa conversación que uno tiene con uno mismo cuando nadie más está escuchando. Y por eso, para mí, Split no es un disco más. Es uno de esos que están ahí, aguardando silenciosamente hasta que lo necesitás. Y cuando llega ese momento… sabés que no hay vuelta atrás. Porque al final del día, hay discos que no curan… pero acompañan. Discos que no pretenden ser antídoto, sino espejo. Y Split es eso: un espejo roto, fragmentado en cuatro partes, que nos devuelve una imagen más real de nosotros mismos. No embellecida, no editada… sino vivida. Y qué lujo es tener un álbum así entre manos. Un testimonio de fuego. Una herida con cuerdas. Una sombra con alma. Hasta más vernos.

Mini-datos:
  • Según las notas de Tony McPhee para la reedición del CD de 2003, la letra de Split se inspiró en un ataque de pánico experimentado por él en mayo de 1970, y la versión de estudio de "Cherry Red" se grabó en vivo en una sola toma.

  • En 2015, Andrew Liles y Tony McPhee re-mezclaron el álbum, en una "re-construcción y re-ordenamiento", utilizando efectos modernos. McPhee dijo que Liles había hecho lo que yo habría hecho si hubiera tenido los pedales modernos. Andrew me ha prestado un gran servicio al llevar mis grabaciones al siglo XXI.

01. Split – Part One
02. Split – Part Two
03. Split – Part Three
04. Split – Part Four
05. Cherry Red
06. A Year in the Life
07. Junkman
08. Groundhog

CODIGO: D-36



Nota: Edición REMASTER que contiene 4 bonus.

Anexo:

Blues Creation - Demon & Eleven Children 

Hay discos que suenan como si alguien hubiera invocado algo que no debió despertar. Demon & Eleven Children (1971) no nace del blues… emerge deformado de sus ruinas. Es un ritual eléctrico oficiado por monjes japoneses del fuzz, con guitarras que escupen azufre y una batería que parece marcar el ritmo de una procesión pagana. Este no es el blues que cura. Es el que contagia. El que convierte templos en sótanos. El que viene de otra tierra, donde los demonios no se esconden… se amplifican.


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