TRANSLATE

Poobah - Let Me In


 MR. DESTROYER!!!!....and some other songs
"Mr. Destroyer" is a great piece of hard psych in the Black Sabbath vein with a slow/mid-tempo riff and some echoey vocals, but unfortunately the album peters out immediately after, with a pastiche of other heavy/boogie rock styles that's neither as exciting nor as fresh sounding as the first track. I'm not asking for every band to have a wholly unique sound--but it would have been better if they'd just copped Sabbath for a whole album! I wouldn't really recommend this unless you're looking for single tracks to add to a compilation of great unknown psych cuts.

Seems devoted to creating a dual experience of past-life wistfulness and its counterpart of far-flung contentment. We look forward to what's coming by keeping in touch with what's behind us.

Let Me In: Delirio Psicodélico desde el Sótano del Ruido

Hay discos que no llegan… irrumpen. Que no tocan… arremeten. Let Me In, el debut de Poobah en 1972, no entra sigilosamente en la historia del hard rock setentero: patea la puerta con furia ácida y ojos encendidos. Este artefacto lanzado desde las entrañas de Ohio es dinamita pura, un grito eléctrico envuelto en neblina psicodélica y riffs que parecen esculpidos con cuchillas oxidadas y pasión adolescente. Escuchar Let Me In es como caer en un barril sin fondo de fuzz y aceite de motor. La guitarra de Jim Gustafson no solo ruge: se descompone en un alarido que te agarra por el cuello y no te suelta. Hay algo deliciosamente impuro en su sonido, como si se hubieran metido al estudio después de una noche con Blue Cheer y otra con Grand Funk Railroad. Pero hay algo más… una urgencia latente, como si supieran que tenían que dejarlo todo en este único disparo. Yo lo escucho y me imagino una tormenta acercándose por la pradera, una donde llueven púas, parches de batería rotos y almas en pena pidiendo un solo más. Poobah —banda de hard rock con alma psicodélica y un toque de humor ácido— lanza en 1972 esta placa debut compuesta por seis tracks cargados de peso, acidez, originalidad y delirio. Aquí no hay pretensiones: hay intensidad. Guitarras stoner, bajos poderosos y una batería que cumple con fiereza construyen un paisaje sonoro que parece haber sido grabado en el taller de un mecánico loco poseído por Hendrix. La mezcla del sentido del humor con la pesadez convierte a Let Me In en una experiencia única, delirante e irresistible para cualquier amante del hard rock de los 70. Esta obra no busca ser perfecta: busca ser inolvidable. Y vaya que lo logra.


Poobah: Entre el groove, la mugre y las carcajadas

Impresiones personales:  El Arte de Electrocutar con Estilo

Nadie se atreve a decirlo en voz alta, pero Poobah vino a enseñarnos que el hard rock también puede reírse. Que entre el riff ciclópeo y el groove afilado, hay lugar para el desmadre, el delirio y hasta un pato Donald "en pasta" haciendo de maestro de ceremonias. Let Me In, ese misil sónico de 1972, es más que un álbum: es un artefacto cósmico con forma de guitarra cargada y bigote salvaje.

Escucharlo es como asomarse por la cerradura de un garito ilegal donde se cruzan Pax y Flied Egg en una batalla de riffs y carcajadas. Desde la primera pista, la banda se lanza con todo: actitud proto-metal, fuzz psicodélico, y una energía que no pide permiso, simplemente detona. Pero cuidado, entre tanto plomo y distorsión hay momentos de pausa, respiros con un dejo melódico que sólo hacen que el regreso al riff sea más brutal. Es como si la calma existiera para que el caos brille más. Y es que Poobah no busca la épica solemne del hard rock al uso. Aquí no hay dioses nórdicos, ni dragones agónicos. Lo que hay es groove grasoso, humor negro, una voz que se parte en dos de puro sarcasmo, y un bajo que parece sintonizado en la frecuencia de un tanque Sherman. Escuchá "Bowleen", por ejemplo: abre con un sampleo del pato Donald completamente fuera de quicio para luego arrancar con una pieza de heavy psicodélico que roza lo catártico. Es una jugada de genios, o de locos —probablemente ambos. El disco es basto, directo, y aunque tiene la fórmula de los 70's escrita en su ADN, no suena cansado. Poobah toma los clichés y los revienta desde adentro, les mete dinamita en los oídos y se ríe mientras vuelan los pedazos. Es el tipo de álbum que uno pone para sacudir la tristeza como si fuera una chaqueta mojada. Ideal para tardes de cerveza tibia, discusiones sobre ovnis y un par de canutos como bengalas para iluminar el alma.

¿Querés saber si Let Me In es serio? No. Es mejor que eso: es vivo. Rebota entre lo ceremonial y lo chusco, lo poderoso y lo bufonesco. Tiene corazón, humor, y toneladas de distorsión. Como los mejores fanzines, no te pide que lo entiendas, solo que lo vivas. Así que bajá las luces, subí el volumen, encendé lo que tengas que encender... y dejá que Poobah te meta en su mundo. Solo no te olvides de algo: cuando termine, tirá de la cadena. Y recuerda: Let Me In no pide permiso, patea la puerta con botas de glitter sucio y te grita: “¿Tienes birra? ¿Tienes porros? ¿Tienes ganas? Pues subete que vamos cuesta abajo y sin frenos directo al infierno del groove. Hasta más vernos...si sobrevives al fuzz, claro.

Mini-datos:

  • Grabado en 1972 en Ohio, Let Me In fue el debut de Poobah, trío liderado por el joven y salvaje Jim Gustafson.

  • Originalmente lanzado con solo 500 copias, el disco se convirtió en un santo grial para coleccionistas de hard rock underground.

  • Mezcla un sonido crudo de heavy psych, proto-metal y rock ácido con pasajes de jam sabrosos y estallidos de velocidad inesperada.

  • Fue reeditado por Ripple Music en los 2000s, incluyendo bonus tracks y remasterización (aunque la mugre original sigue ahí, gracias al cielo).

01.Mr. Destroyer
02.Enjoy What You Have
03.Live to Work
04.Bowleen
05.Rock 'n Roll
06.Let Me In

CODIGO: D-38




Anexo: 

Flied Egg - Dr. Siegel's Fried Egg Shooting Machine 

Desde las profundidades del underground psicodélico, Flied Egg nos lanza una bomba de ácido y riffs crepitantes que se alzan como hermanos bastardos de Poobah. Este experimento sónico, bautizado como Dr. Siegel's Fried Egg Shooting Machine, es un viaje desquiciado por túneles de fuzz y locura controlada, donde el groove se retuerce y el humor ácido juega al escondite con la distorsión. Ideal para quienes disfrutan del caos bien afinado, esta máquina de disparos de huevo frito suena a taller de alquimistas eléctricos bajo la influencia de alguna extraña fuerza cósmica.


Comentarios