Aphrodite's Child - 666
The Place Where The Idea Of Concepts/Stories In Records Started
Before Pink Floyd really nailed the whole “concept album” thing,
Aphrodite’s Child was already doing something pretty wild with 666. It’s this
ambitious, almost theatrical take on the Book of Revelation — imagining the
apocalypse as a circus performance happening inside a tent, while the real end
of the world is actually going on outside. And by the end, both kind of blur
into one. It’s especially clear in the track “All the Seats Were Occupied,”
which ties it all together in a big, chaotic way. Musically, it’s such an
interesting blend. The guitar work is fantastic, and there’s this distinct
Greek flavor in the vocals and instrumentation that gives the whole thing a
unique character. It doesn’t really sound like space rock in the usual sense,
but it still manages to feel dreamy and a bit surreal — kind of like you’re
floating through some strange vision. It’s a weird, beautiful record, and once
it clicks, it’s hard not to come back to it. Definitely one of those albums
that stays with you.
Greek Progressive Rock Band Aphrodite's Child's greatest album, 666 is one of the greatest Progressive Rock Concept Albums (About the Book of Revelation) of all time, and pretty much the brainchild of Bandleader, Keyboardist, and Multi-Instrumental Virtuoso Vangelis. 666 is a stunning album full of amazing songs built around it's centerpiece and masterwork, the astounding "The Four Horsemen" with it's wonderful lyrical imagery and absolutely astounding Guitar coda-lightningstorm from Guitarist Argyris 'Silver' Koulouris Argyris "Silver" Koulouris. Which, upon hearing his it, caused Eric Clapton himself to ask in sheer jaw dropped awe what Guitarist was responsible for it, it's that awesome. 666 is an absolute must have for any Progressive Rock collector or fan.
Hay discos que se escuchan con los oídos.
Otros, con la piel erizada, la respiración contenida y la mirada
suspendida en algún rincón donde el tiempo no avanza.
666, el canto final de Aphrodite’s Child, no se abre: se desencadena.
Desde los primeros acordes, hay un olor a incienso ardiendo en un
templo vacío. Un sabor metálico de revelación. Y una voz, antigua como el
miedo, que anuncia: "El fin de los tiempos no es un final. Es un
espejo."
Nacido entre tensiones creativas, censuras y delirios de grandeza
griega, 666 no es solo un álbum conceptual sobre el Apocalipsis: es una
profecía sonora, tallada por mentes febriles y espíritus libres.
Un rompecabezas psicodélico escrito con fuego, locura y una pizca de
vino de Dionisio.
666: El fin de los tiempos no es un final. Es un espejo
¿Qué sucede cuando el arte decide no consolar, sino confrontar? Cuando en lugar de abrazar, un disco te lanza contra la pared de tus propias creencias. Cuando la música deja de ser una banda sonora para volverse un juicio, un abismo, “un espejo”. Aphrodite’s Child, grupo que había navegado entre la psicodelia pop y los aires mediterráneos de los años 60, eligió incendiar su propia historia con una última obra total: 666. Un álbum doble que no busca agradar ni explicar, sino despertar. La banda tomo como punto de partida el Libro del Apocalipsis —ese texto que ha inspirado miedos, delirios y esperanzas por siglos— y se propusieron algo que rozaba la herejía artística: transformar una profecía religiosa en una experiencia sensorial y filosófica, donde cada pasaje sonoro remite más a estados del alma que a dogmas escritos. 666 no es un disco religioso. Ni siquiera es un disco político.666 es una meditación en clave eléctrica sobre los límites del tiempo, del juicio y de la identidad. Es un teatro sonoro donde Dios y el Hombre se enfrentan en silencio… y la música, simplemente, suena. Así comienza esta historia: con un grupo al borde de su disolución, una visión desmesurada, y una industria musical que no estaba lista para escuchar las trompetas del fin.
Historia: El espejo del fin: 666
En 1970, mientras el mundo se dejaba llevar por la resaca psicodélica y la música comenzaba a virar hacia nuevas formas de introspección y rebeldía, un trío griego asentado en París decidió lanzarse hacia el corazón de una locura creativa sin precedentes. Aphrodite’s Child, conocidos hasta entonces por su elegante barroquismo pop, por sus melodías cargadas de lirismo mediterráneo y cierto exotismo melódico, estaban a punto de dinamitar su propia identidad. No querían hacer otro disco. Querían escribir una obra total. Un oráculo eléctrico.
Vangelis Papathanassiou, cerebro sonoro del grupo, comenzó a obsesionarse con la idea de crear un álbum conceptual basado en el Libro del Apocalipsis. No una adaptación religiosa, sino una visión artística, mística y libre, como si las visiones de Juan en Patmos fueran reinterpretadas por un alquimista en pleno siglo XX armado con sintetizadores, órganos, guitarras distorsionadas y percusiones rituales. La banda, sin embargo, ya no era un bloque cohesionado: mientras Vangelis soñaba con una catedral progresiva, Demis Roussos deseaba seguir explorando las rutas melódicas más accesibles, y Loukas Sideras (batería) intentaba mantener el equilibrio en medio de un volcán. El proyecto se volvió una odisea sonora. Grabado en los estudios Europa Sonor de París entre 1970 y 1971, 666 se desarrolló bajo condiciones caóticas: tensiones internas, largas sesiones de experimentación, ausencia de consenso y una libertad creativa que rozaba la autodestrucción. Vangelis compuso, dirigió y ensambló piezas que a veces ni siquiera requerían la participación del resto de la banda. Invitó actores, músicos de sesión, declamadores, mujeres que gemían en trance —como la famosa actriz griega Irene Papas, que registró en “∞ (Infinity)” una performance tan intensa que aún hoy divide al oyente entre el asombro y el escándalo.
La obra se construyó como una liturgia progresiva: desde la apertura ritual hasta los clímax sonoros del final, 666 es una misa de fin del mundo, una serie de visiones encadenadas que cruzan rock psicodélico, jazz libre, música concreta, pasajes narrados, groove hipnótico, ecos de oriente y un uso pionero de la electrónica como vehículo de lo sagrado. Era demasiado para la época. Demasiado para su sello discográfico, Mercury, que al escuchar los primeros másters del disco entró en pánico. Rechazaron el álbum. Lo consideraron peligroso, excesivo, inmanejable. Pasaron dos años de limbo y censura. 666 se convirtió en un álbum maldito antes de nacer. Cuando finalmente fue publicado en 1972, la banda ya se había disuelto. Vangelis había comenzado su camino hacia el Olimpo del sonido cinematográfico; Demis Roussos se había lanzado a su carrera solista de baladas de terciopelo. Pero el disco... el disco quedó ahí, como una cápsula profética esperando oídos preparados.
Hoy, más de medio siglo después, 666 no suena a pasado. Suena a revelación. Es un testamento artístico que desafió al mercado, rompió la armonía de una banda y puso en tela de juicio los límites entre la música, el delirio y la visión. No fue una despedida. Fue una sentencia.
Impresiones Personales: La sinfonía de lo inevitable
666 es una obra colosal, proto-progresiva, conceptual y oscura, que emerge a finales de 1970 como un animal sonoro adelantado a su tiempo. No hay nada dócil en este disco. Desde su título hasta sus atmósferas rituales, es una experiencia diseñada para provocar, inquietar y, sobre todo, despertar. La temática gira en torno al Libro de la Revelación bíblica, pero no se trata de una lectura piadosa: es una reinterpretación artística, audaz y profundamente inquietante. Vangelis, el arquitecto creativo del grupo, ya estaba buscando horizontes más vastos, queriendo liberarse del molde pop melódico que había definido a Aphrodite’s Child hasta entonces. Así nació la idea de un álbum conceptual inspirado en el Apocalipsis de San Juan, titulado sin rodeos: 666.
La elección del tema no fue casual ni meramente religiosa. Por aquellos años, el ambiente parisino en el que se movía el grupo estaba impregnado de simbolismo ocultista, provocación estética y una obsesión con lo esotérico. La escena artística coqueteaba con el satanismo como una forma de romper con las formas burguesas del arte, y esa influencia también dejó su marca en esta obra. Musicalmente, el disco es un cruce poderoso entre psicodelia, sinfonismo y vanguardia. Hay rock progresivo, sí, pero también hay trance, spoken word, teatralidad delirante y momentos de puro caos controlado. No es un álbum fácil. Ni debería serlo. Desde el primer track, el oyente queda atrapado en una espiral de sonidos que pueden recordar una misa negra o una ópera cósmica. Canciones como “The Wedding of the Lamb” o “∞ (Infinity)”, interpretada por una desatada Irene Papas, parecen documentar directamente una invocación sensual, violenta, profundamente perturbadora. Esa pieza —gemidos, gritos, respiraciones entrecortadas— es una de las cimas más incómodas y teatrales que ha dejado el rock europeo. No apta para oídos tímidos.
666 no solo es un gran disco. Es una declaración. Una herejía musical que combinó con maestría un concepto polémico con el mejor rock progresivo que Vangelis haya compuesto jamás. A medio siglo de su publicación, sigue sonando como si estuviera hablando del fin de los tiempos que aún no llegan, o del que siempre ha estado aquí. Un clásico. Un grito. Un espejo.
- “∞ (Infinity)” fue grabada en una sola toma, sin censura ni filtros. La célebre y polémica pista interpretada por Irene Papas fue un auténtico exorcismo sónico: la actriz gritó, jadeó y recitó en trance durante varios minutos mientras Vangelis la alentaba a “sentir al diablo en su vientre”. La toma se registró completamente en vivo, sin repetir ni editar. El estudio quedó en silencio sepulcral al terminar.
- El sello discográfico pensó que era una broma… o una amenaza: Cuando Mercury recibió los másters del álbum, algunos ejecutivos creyeron que era una provocación deliberada. No entendían cómo un grupo conocido por baladas y pop psicodélico presentaba ahora un álbum doble oscuro, cargado de simbolismo religioso y gemidos infernales. Lo archivaron durante casi dos años, dudando si siquiera publicarlo.
- La grabación se convirtió en un campo de batalla creativo: Las tensiones internas entre Vangelis (cada vez más controlador y experimental) y Demis Roussos (más orientado al éxito comercial) crecieron al punto de que muchas partes del álbum se grabaron sin la participación de todos los miembros. Algunos tracks fueron compuestos, arreglados y producidos exclusivamente por Vangelis, quien ya vislumbraba su camino solista.
- El número 666 no era un guiño satánico, sino simbólico y provocador: Vangelis explicó años después que el título no pretendía adorar al demonio, sino usar el símbolo más temido de la tradición cristiana para hablar del poder de las ideas, del miedo colectivo y de la manipulación espiritual. Una crítica más bien filosófica al dogma que una oda al mal. Pero claro… con ese sonido y ese contexto, la confusión fue inevitable.
01.System
02.Babylon
03.Loud, Loud, Loud
04.The Four Horsemen
05.The Lamb
06.The Seventh Seal
07.Aegian Sea
08.Seven Bowls
09.The Wakening Beast
10.Lament
11.The Marching Beast 1
2.The Battle Of The Locusts
13."Do It"
14.Tribulation
15.The Beast 16.Ofis
Disco 2
17.Seven Trumpets
18.Altamont
19.The Wedding of the Lamb
20.The Capture of the Beast
21.∞
22.Hic and Nunc
23.All the Seats Were Occupied
24.Break
CODIGO: @
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