Vangelis - The Dragon
Stuffed Aubergine
I certainly wasn't
expecting this. The Dragon is an incredible psychedelic experience, and the
pinnacle of Vangelis' early work. The quite lengthy tracks never seem to
outstay their welcome, as they are just so progressive and interesting.I just could not
stop tapping along with this, and it's all so incredibly groovy I have to give
it top marks. This is without a doubt my new favourite Vangelis album.Best track
(although I think they are all perfect) : "Stuffed Aubergine".
Much, much better than the meandering Hypothesis. The title track brings to mind the repetitive and groove-based approach of Julian Cope's Rite series; the two slightly "ethnic" tracks on the B-side are compelling, as well. Not a classic, but definitely a rewarding listen.
Perdónenme la sinceridad, pero
este álbum no parece hecho por el mismo hombre que compuso 1492: Conquest of
Paradise. Si aquel era una catedral sinfónica erguida hacia el cielo, The
Dragon es un sótano húmedo, lleno de humo ácido y cables cruzados. La
diferencia entre ambos es tan grande como la que hay entre un pastor alemán
gruñendo y una caja de bálsamo labial.Y sin embargo… aquí reside su
hechizo.Este es Vangelis siendo otro.
Camaleónico. Inquieto. Tocando como si el krautrock se le hubiese metido por
las venas junto con el fuego griego.Un viaje lisérgico de tres
movimientos: uno lo arrastra por un bazar oriental en ruinas mentales, otro lo
acaricia como un piano derritiéndose en los dedos, y el último lo lanza al
vacío con teclados eléctricos que podrían haber hecho sonreír a Herbie Hancock.The Dragon no es un disco
fácil. Ni siquiera es “querible” al primer contacto. Pero es justamente ahí
donde encuentra su culto.Bello y traicionero, como un
dragón negro encerado vestido con lederhosen.
Fuente: Progarchives
La Bestia Eléctrica y la Puerta Que No Está en el Tiempo
Hay una puerta que no está en el tiempo. No se abre con llaves ni se fuerza con golpes: se percibe. Se intuye. Late al borde de lo onírico, justo donde el sonido se derrite y toma forma de criatura. Esa puerta se abrió en 1971, en los márgenes más borrosos de Europa, y lo que emergió de allí no fue un álbum... fue una entidad. The Dragon no ruge: exhala. Su respiración se mezcla con las cintas magnéticas, con los rezos eléctricos del sintetizador y con los polvos cósmicos del krautrock, el free jazz y el ritual. Este disco es una invocación inconsciente, un encuentro casual entre alquimistas del sonido y un Vangelis aún sin mapa, lanzado de cabeza al abismo sónico con el gesto de un médium poseído.
Imagínate: una noche larga en un estudio ateniense. Unos cuantos músicos de pasaporte disuelto y espíritu libre, rodeados de cables, café ácido y humo denso. No hay partitura, no hay plan. Solo una grabadora y un dragón invisible danzando entre las frecuencias. Aquí comienza nuestro viaje. Pies fuera de la tierra, cabeza en Saturno, corazón en una selva invisible.Prepárate, lector: estás a punto de entrar en uno de los pasajes más insólitos y olvidados del mapa psicodélico europeo.Y lo que hay al otro lado… no tiene nombre. Solo pulso.
La criatura desatada: cómo nació The Dragon
En el verano de 1971, Vangelis Papathanassiou no era aún el compositor legendario que llegaría a Blade Runner, ni la figura mesiánica de sintetizadores que marcaría a generaciones. Era, en cambio, un joven griego errante, exiliado de su país natal por la inestabilidad política, cargando en su equipaje no solo partituras inacabadas, sino una obsesión creciente por el sonido como acto ritual. Tras la disolución de Aphrodite’s Child, y luego de su participación fundamental en la gestación del oscuro y monumental 666, Vangelis se refugia en Londres en busca de libertad creativa. Pero es en los estudios Marquee de Londres, bajo condiciones de semi-encierro y sin presión de resultados comerciales, que se daría la grabación de lo que más tarde se conocería como The Dragon. El disco fue parte de unas sesiones organizadas por el productor Giorgio Gomelsky, un personaje clave en la escena musical europea de vanguardia. Gomelsky —exmánager de The Yardbirds y promotor del movimiento underground— tenía la visión de grabar sesiones libres, sin guion, como si fuesen invocaciones sonoras. Así nació también Hypothesis, su disco hermano, grabado solo dos meses antes.
Vangelis no estaba del todo de acuerdo con el resultado de aquellas grabaciones. Ambas sesiones fueron concebidas como exploraciones espontáneas, casi jam sessions cósmicas entre músicos que apenas se conocían, con una dirección general basada en el instinto. Sin embargo, para Gomelsky, el material tenía valor documental y estético, y lo mantuvo resguardado… hasta años después. Fue recién en 1978 que la compañía Charly Records publicó The Dragon, sin autorización expresa de Vangelis, y aprovechando su creciente fama para capitalizar lo que consideraban una “curiosidad de culto”. Esto provocó el enojo del compositor, quien intentó frenar su distribución, argumentando que el material no representaba su visión artística. Pese a los esfuerzos legales, el álbum terminó viendo la luz.
La música y los implicados
Lo que se escucha en The Dragon es una fusión radical de estilos, que va desde el rock progresivo tribal hasta el jazz eléctrico y la improvisación psicodélica de espíritu krautrock. La banda que acompaña a Vangelis incluye al percusionista Michel Ripoche, al bajista Brian Odgers y al guitarrista Anargyros Koulouris (fiel compañero en Aphrodite’s Child), entre otros músicos menos conocidos. La estructura es libre, orgánica, a veces caótica. Hay momentos donde todo parece disolverse en una niebla eléctrica, y otros en los que el ritmo se hace tan hipnótico que parece invocar antiguos rituales paganos. El sintetizador de Vangelis no busca aquí melodías claras, sino atmósferas densas, gestos emocionales crudos, como si cada nota fuese una pincelada abstracta sobre una tela aún en blanco. The Dragon está dividido en tres largos movimientos, donde el primero —la suite homónima— ocupa la mayor parte del disco con más de trece minutos de espirales sonoras. Es un viaje que no busca destino, sino transformación.
Impresiones Personales: Un Ritual de Inmersión en lo Indomable
Dos meses después de las sesiones de Hypothesis, Vangelis entrega un trabajo bastante intrigante: The Dragon. Este álbum, aunque registrado en condiciones similares, navega aguas distintas. Se acerca al progresivo sin tapujos, y su sonido se siente abstracto, más tribal, más enraizado en una estructura rítmica y emocional reconocible. En ese sentido, es un pariente más cercano al mítico 666 de Aphrodite’s Child que a su caótico antecesor. El armazón sonoro está tejido con guitarras acústicas de ritmos exóticos, un bajo profundo que serpentea con intención ritual, percusiones de pulso primitivo y un piano eléctrico que lanza notas extrañas, casi como ecos de un templo olvidado.
The Dragon no solo es más intrincado, sino también más bello, más emotivo, con una vibración jazzística que lo convierte en una entrada ideal para quienes deseen explorar al Vangelis de la etapa progresiva. Un álbum sin reglas, pero con fuego en el corazón. Una obra bastante interesante, aunque incomprendida en su momento. Y es justamente ahí donde radica el secreto de su culto. La forma en que The Dragon se origina, su performance libre y su proyección en sonido resultan no solo llamativas, sino incluso fantásticas. Ese es su verdadero valor. No importa si uno lo encuentra accesible o no.
Es una criatura mística que hipnotiza con todo lo que te ofrece. Ojo: no es una obra que se tome a la ligera. Para entrar en su universo y apreciarla en toda su dimensión, hay que estar despierto, con los cinco sentidos alerta. No es música de fondo ni para escuchar con distracción. Para disfrutarla, hay que entregarse. Cuesta un poco al inicio, porque la experiencia sonora te comprime en tu espacio y te atrapa desde tu propia silla… y una vez que te entregás a sus bondades, la sesión se vuelve algo agotadora, pero profundamente transformadora. Sí, es un disco denso. Y también complejo. Pero cada tema es un viaje distinto: desde manifestaciones eléctricas del jazz rock más libre, hasta piezas marcadas por una estética claramente krautrockera.
"The Dragon" se presenta como una obra enigmática, profundamente exótica, de atmósfera mística.
“Stuffed Aubergine”
es una danza frágil, encantadora, elegante y delicada que se mueve en una salon
de cristal.
“Stuffed Tomato”, por su parte, es una maravilla de jazz rock/fusión: enérgica, veloz, eléctrica.
Es un álbum que no deja indiferente a nadie. Y lo más maravilloso de todo es su naturaleza indomable y su libertad única. Es una bestia eléctrica, esperando que entres en sus fauces y te devore lentamente, mientras los sonidos del caos te envuelven. Pero OJO no todo es caos… también hay orden, y luz.
Conclusión
The Dragon no se
escucha para entender. Se escucha para dejarse alterar.
No pide respuestas,
no busca aprobación.
Es una criatura que
habita el territorio entre el sonido y la visión, entre el trance y la duda.
Un disco que no
pretende complacer, sino sacudir. Como los sueños más intensos, no se recuerdan
en orden, pero sí se sienten con el cuerpo.
Y recuerda esto:
"Quien se atreve a cruzar su umbral, saldrá distinto. No necesariamente
mejor, pero sí más despierto". Porque este álbum no es una colección de
canciones:
Es un portal al
fragmento más salvaje y libre de Vangelis,el que arde antes de ser domesticado
por la gloria, el que toca no desde la razón, sino desde el volcán.
A veces, para encontrar la belleza,hay que perderse en la maleza. Y este dragón no vuela… te arrastra. Pero lo hace con una dignidad mística que no se olvida jamás. Hasta más vernos.
Mini-datos:
- Un disco no autorizado por Vangelis: Aunque The Dragon fue grabado por Vangelis en 1971, no fue publicado hasta 1978, y sin el consentimiento del músico. La discográfica Charly Records lo editó aprovechando el auge de su fama, lo que generó malestar en Vangelis, quien consideraba que esas sesiones eran experimentales y no representaban su visión artística definitiva.
- Grabado en condiciones de encierro creativo: Las sesiones se realizaron en los estudios Marquee de Londres, bajo la dirección del productor Giorgio Gomelsky. Según se comenta, los músicos estuvieron prácticamente encerrados varios días seguidos, con comida, café ácido, mucho humo y libertad total para improvisar sin guión. Todo quedó registrado como un gran experimento ritual en cinta abierta.
- El disco hermano: Hypothesis: The Dragon forma una especie de díptico con el también polémico álbum Hypothesis, grabado apenas dos meses antes. Ambos discos comparten músicos, espíritu libre e incluso la intención de Gomelsky de capturar una especie de "krautrock mediterráneo", aunque con identidad propia. The Dragon, sin embargo, tiene un enfoque más estructurado y rítmico.
- Formato técnico: suites largas y mezcla minimalista: El álbum se divide en tres pistas extensas, con la suite homónima superando los 15 minutos. La mezcla fue muy básica: los temas fueron grabados en vivo y luego editados de forma mínima. No hay overdubs ni postproducción sofisticada. La grabación suena cruda y directa, como si el oyente estuviera dentro del estudio, presenciando un ritual sin maquillaje.
01. The Dragon
02. Stuffed
Aubergine
03. Stuffed Tomato
CODIGO: Q-32
Nota: Esta edición contiene su disco hermano Hypothesis.
Anexo:
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