Hound Dog Taylor & The HouseRockers - Natural Boogie
Has enough wild energy and memorable tracks to set itself apart from its predecessor. Hound Dog & the Houserockers were still on great form here, kicking things up a notch just a tad, and essentially trying more from a technical standpoint; see them cleverly emulate the trademark Hawaiian sound on "Hawaiian Boogie" for a prime example. The band also showed a bit more restraint here, taking a more calculated and focused approach to playing. Hound Dog continued to prove himself as a master guitarist who knew how to get a party started
Prólogo
"Estaré muerto dentro de unos años y la gente dirá: ‘No podía tocar ni una mierda, ¡pero maldita sea, podía hacer que sonara bien!’"
— Hound Dog Taylor
Hound Dog Taylor: El Profeta de los Seis Dedos
En 1973 el mundo del rock estaba absorto en sinfonías progresivas, suites kilométricas y delirios conceptuales que parecían escritos en clave de laboratorio. El “arte” se había adueñado del escenario, y el caos, la mugre y el instinto eran mirados como piezas de museo. Entonces apareció Hound Dog Taylor, el hombre de los seis dedos, con sus Houserockers al frente, y lanzó una bomba llamada Natural Boogie. No era un disco más: era la rebelión del blues crudo contra la solemnidad del rock culto, el manifiesto de un profeta eléctrico que no necesitaba más que dos guitarras, una batería y toneladas de salvajismo para incendiar cualquier club. Taylor sabía convertir lo difícil en sencillo, lo técnico en puro fuego. Su slide ardía como hierro candente, y cada riff era un golpe de machete contra el refinamiento estéril de la época. Natural Boogie no pide permiso ni se disfraza: es boogie de la calle, áspero, sucio, sudoroso y maldito. Un viaje frenético ideal para las noches frías en donde el blues cae mejor que una taza de whisky bien cargado. Aquí no hay máscaras ni solemnidad, solo un espíritu libre que convierte lo rudimentario en magia pura. Hound Dog Taylor no solo tocaba: invocaba. Y con este disco, le arrebató al blues un lugar eterno en el panteón del rock eléctrico.
Contexto histórico: Hound Dog Taylor y su Manifiesto Eléctrico
En el corazón de Chicago, donde el blues eléctrico ardía en cada esquina, se forjó la leyenda de Hound Dog Taylor, un hombre tan desbordante de crudeza como de magnetismo. Nacido en 1915 en Natchez, Mississippi, Taylor creció bajo el peso de la segregación racial y la violencia del sur profundo. En 1942, tuvo que escapar de su tierra natal tras un incidente que hubiera podido costarle la vida: el Ku Klux Klan lo perseguía por haber sido sorprendido en una relación con una mujer blanca. Como muchos afroamericanos de su generación, emprendió el camino hacia el norte, pero no en busca de mejores oportunidades laborales, sino huyendo para sobrevivir. Chicago se convirtió en su refugio y, eventualmente, en su escenario.
Allí encontró un terreno fértil donde el blues urbano florecía con electricidad. Taylor no era un virtuoso al estilo de Muddy Waters o Buddy Guy; lo suyo era la desfachatez del instinto puro, un rugido de guitarra slide que sonaba como un tren oxidado a punto de descarrilar. A esa fuerza se unían The HouseRockers, una formación mínima de dos guitarras y batería, sin bajo, que generaba un sonido primitivo, urgente y descarnado. Era blues reducido a su esencia más brutal.
En 1971, Bruce Iglauer, un joven entusiasta del blues, quedó hipnotizado al escuchar a Taylor en vivo. No encontró apoyo de los sellos establecidos, así que decidió fundar su propio sello discográfico: Alligator Records. El debut, Hound Dog Taylor & The HouseRockers, fue también el primer lanzamiento del sello, marcando un inicio incendiario que daría forma a uno de los catálogos más influyentes del blues moderno. Dos años después, en 1973, llegó Natural Boogie, el segundo y último álbum de estudio en vida de Hound Dog Taylor. El disco no fue un simple sucesor, sino una declaración de que la fórmula seguía intacta pero con un pulso más afilado: riffs crudos, atmósfera festiva y un filo más amplio de emociones. En piezas como “Hawaiian Boogie”, el grupo demostraba incluso un juego técnico sorprendente, mientras que en otras canciones dejaban ver mayor contención, apostando por un enfoque más calculado. Era la confirmación de que aquella aparente tosquedad escondía inteligencia y estilo propio.
El contexto de Natural Boogie se asienta en una época en que el blues parecía estar perdiendo terreno frente al rock que nacía con fuerza. Sin embargo, discos como este recordaban que el blues no estaba muerto: estaba mutando, rugiendo desde los bares de mala muerte con guitarras afinadas a navajazos. Taylor se convirtió en héroe de culto, un anti-virtuoso que demostraba que el blues podía ser salvaje, sucio, visceral y, al mismo tiempo, profundamente liberador. El destino quiso que este álbum fuera su último testimonio de estudio. Hound Dog Taylor murió en 1975, a los 60 años, dejando inconcluso un proyecto en vivo (Beware of the Dog), que finalmente se publicaría como epitafio sonoro. Pero con Natural Boogie dejó en claro que la fuerza del blues no radicaba en la pulcritud técnica, sino en la energía salvaje que podía encender cuerpos y almas en cualquier taberna nocturna.
Impresiones Personales: Magia Cruda y Fuego en Slide
Mis impresiones son plenamente positivas: me fascina su naturalidad y la manera en que todo se desenvuelve con una vibra desbordante. La performance transmite un feeling directo, sin adornos, y el álbum consigue levantar una atmósfera tan viva que uno termina envuelto en ella. Como alguna vez dijo un crítico, “este álbum parece una gran jam session grabada únicamente por el placer de hacerlo”. Esa frescura, esa sensación de libertad, es lo que lo vuelve tan magnético. No hay duda de que estamos ante una pequeña obra maestra: un disco que se ha ganado su lugar a pulso, digno de estar en la cabecera junto a los gigantes del blues. Natural Boogie es el rugido de un tren oxidado que sigue viajando en la noche, recordándonos que el blues no se estudia: se suda. Y en efecto, así es: el álbum es pura fiereza que se derrama en la naturalidad salvaje del boogie, liberándose con una fuerza que atraviesa los huesos. Suena áspero y rústico, con un pulso fangoso y denso que avanza a toda máquina, destilando ráfagas de energía que se cuelan hasta por las grietas de las paredes cuando el maestro de los seis dedos desata su hechizo. Cada tema se afila como cuchillas y desgarra la piel como zarpas de tigre. Una obra imprescindible para los devotos del hard blues, del boogie más incendiario y de las incursiones eléctricas del Delta. A fuego, un álbum LEGENDARIO. En definitiva Natural Boogie no es un disco que se escucha sentado: es un disco que se baila, se transpira y se sobrevive. Hasta más vernos.
Mini-datos:
- Fue el segundo álbum de Taylor, y el último en ser lanzado durante su vida, aunque en el momento de su muerte ya estaba planeado un álbum en vivo, Beware of the Dog .
- El segundo álbum de Hound Dog Taylor fue tan salvaje como el primero, trayendo consigo un sonido más gordo y una gama más amplia de emociones y música
- Hound Dog Taylor tuvo, tal vez, uno de los primeros power trío de la historia y compuso canciones memorables... pero la fama (aunque más que fama, reconocimiento) le llegó cuando ya había muerto.
- En 1942 tuvo que migrar forzosamente al norte, como la mayoría de los negros del sur. Pero en su caso no lo hizo buscando un trabajo mejor para mantener a su familia, sino que tuvo que huir del Mississippi perseguido por el Ku Klux Klan: lo habían 'pescado' teniendo relaciones con una mujer blanca. Y eso para la época era muy grave.
CODIGO: D-4
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